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Diario El Liberal, Santiago del Estero - Publicado el 25/11/2014 -
 
EQUIPO DE LA UNIVERSIDAD DE LA PLATA
 

Arqueólogos afirman que hallaron "Esteco",

la mítica ciudad colonial perdida

 

 
Esteco, la ciudad perdida del histórico movimiento fundacional generado desde Santiago del Estero, fue descubierta en territorio salteño, por un equipo de arqueólogos de la Universidad de La Plata, con lo que se devela todo un misterio para los historiadores santiagueños, ya que se decía que esta ciudad era sólo un mito, y hasta se la llegó a negar. 
La noticia fue confirmada a EL LIBERAL por el director de Patrimonio Cultural de la provincia de Santiago del Estero, licenciado Marcelo Ahumada, quien calificó al hecho como “el descubrimiento arqueológico colonial más importante de los últimos 150 ó 200 años”. 
Los estudios preliminares y las excavaciones fueron realizadas por el equipo de expertos del arqueólogo Alfredo Tomasini, de la Universidad de La Plata, en estrecha vinculación con la Dirección de Patrimonio Cultural de Santiago del Estero.

Hecho histórico

“Hace muchísimos años que venimos buscando la posibilidad de encontrar alguna formación que tuviera que ver con Esteco. En teoría sabíamos de dos o tres ciudades que por entonces venían mudando a medida que iban surgiendo dos situaciones fundamentales, una la del río, porque estaban al borde del Salado, y la otra el ataque de las tribus que habitaban Esteco”, destacó Ahumada. 
Precisó el funcionario que entonces se llegó a la conclusión de que hubo dos ciudades. “Podemos decir que encontramos esas ciudades”, Esteco uno y Esteco dos, situadas en los departamentos salteños de Anta y Metán, a una diferencia de 80 kilómetros una de otra, y sobre una misma línea. 
“Se ha descubierto un fortín que tiene una pared de 3,10 metros de alto, de adobe, por 1,20, que es la pared oeste. Esto es muy importante porque hasta el momento todos los descubrimientos arqueológicos que se hicieron eran elementos; no estructuras arqueológicas. Lo que se ha descubierto son estructuras coloniales. En Esteco I se ha descubierto un dedal de plata, porcelana de plata, un zoolito de rapé, que era utilizado para opio o para algún tipo de analgésico, lo que habla de la sofisticación del lugar. El zoolito es básicamente una figura de piedra donde hay un animal, lo cual habla de una estructura organizativa y comunitaria muy importante”, puntualizó.

Desaparición

Según relató el licenciado Ahumada, los asentamientos de Esteco desaparecieron durante un terremoto de grado 8 ocurrido el 13 de septiembre de 1692, lo cual confirmó una teoría que existía por aquellos tiempos, de que una catástrofe ocurriría con esta ciudad ya que era considerada como un paraíso del juego, la prostitución y el vicio. 
“Un obispo de la época había advertido de la inmoralidad que allí imperaba y que por ello se decidió cambiarla de ubicación”, con lo que se funda Esteco II. 
“Ahora sabemos que existen Esteco I y II que quedan sobre el Río de las Piedras. El gran misterio hablaba de que la maldad y la vileza de los habitantes que vivían en Esteco hacían que se profetice su destrucción. Y ocurre el terremoto el 13 de septiembre de 1692 que hace desaparecer Esteco. Y hasta ahora esa ciudad no existía, estaba desaparecida, tanto que hasta han llegado a negarla”, aseguró.

 

El poeta argentino José Mármol, famoso por sus versos contra el tirano Rosas, es el autor de esta popular novela romántica americana. Sin ser propiamente una novela histórica, pues describe un ambiente contemporáneo del autor (la ciudad de Buenos Aires durante el terror de 1840), se la considera tal porque el autor mezcló en la acción narrativa una abundante, y quizá excesiva, crónica de los sucesos políticos y militares contemporáneos, y también por la gran sugestión que ejerce sobre el lector todo cuanto concierne a la época de Rosas, eminentemente histórica por su dramatismo.

Amalia es así un idilio acabado trágicamente y a la vez un cuadro político-social de la larga dictadura de veinte años derribada en 1852. Empezó a publicarse en folletín del periódico "La Semana" en 1851, en Montevideo, ciudad en donde vivió expatriado el autor; la edición completa, con supresiones y muchos agregados de carácter documental, apareció en Buenos Aires en 1855.

La acción novelesca comienza la noche del 4 de mayo de 1840. Cinco hombres intentan huir de Buenos Aires, para incorporarse al ejército libertador que se está formando en la Banda Oriental. Una ballenera debe esperarlos; pero, engañados y delatados por el guía, son asaltados por una partida de jinetes de la policía de Rosas. De los cinco, cuatro caen muertos en la lucha; uno, Eduardo Belgrano, alejándose del grupo, se defiende valientemente con la espada y cuando, malherido, está a punto de ser degollado, lo salva la providencial llegada de un nuevo personaje, Daniel Bello.


José Mármol

Éste lleva al herido a casa de Amalia, prima de Daniel. Amalia, natural de Tucumán, vive en una quinta apartada de la ciudad, cerca de la barranca donde se produjo la tragedia. Tiene poco más de veinte años, es viuda, rica, hermosa, inteligente y lee a Lamartine. Belgrano, sobrino del ilustre general de la Independencia, es joven, apuesto, culto, y traduce versos ingleses. Daniel Bello, también apuesto y elegante e hijo de un amigo de Rosas, está relacionado con todas las personas allegadas al tirano, a quien aborrece, pero del que se finge, para sus fines, adicto fervoroso. Espíritu travieso y alma generosa, es el "deus ex-machina" de la intriga, el que mueve todos los hilos y resuelve todas las dificultades, con astucia y valor extraordinarios, sacrificando escrúpulos.

Entre Amalia y Eduardo Belgrano, refugiado en la quinta, nace durante la convalecencia un amor apasionado y puro. Descubierto el paradero de Eduardo por la sagacidad de la cuñada de Rosas, María Josefa (mujer perversa que recibe las delaciones de la servidumbre de la ciudad), empiezan las zozobras de los dos amantes, a través de gran variedad de episodios en que el ingenio de Bello consigue desviar momentáneamente las sospechas que se ciernen sobre Belgrano y Amalia.

Los sucesos imaginarios se mezclan con acontecimientos reales, los personajes inventados con los históricos. Aparecen así el tirano y su círculo familiar, el ministro Arana, de Relaciones Exteriores, la ya nombrada María Josefa Ezcurra, el ministro inglés Mandeville, el sabio y abnegado médico Diego Alcorta, el sanguinario comandante Cuitiño (fusilado después de la caída del tirano), o Nicolás Mariño, gacetillero de Rosas y siniestro jefe del cuerpo de serenos, a quien el novelista finge poseído de una torpe pasión por Amalia. Y otros personajes como Salomón (bárbaro presidente de la Sociedad Popular Restauradora, más conocida por la Mazorca), el jefe de policía Victorica, y otros figuras de Buenos Aires y de Montevideo cuyo nombre está vinculado a aquella época.

Especial indulgencia muestra el autor por la bella hermana de Rosas, Agustina, joven esposa del general Mansilla, y muy particularmente por la hija del tirano, Manuelita. Ha sido el novelista uno de los que más han contribuido a rodearla de la legendaria fama de bondad, sacrificada a los caprichos del padre, de que ella goza todavía. Entre los personajes inventados, los principales son Florencia, novia de Bello, y dos figuras de abultados rasgos cómicos: doña Marcelina, una tercera, y don Cándido, viejo maestro de primeras letras, enfático y miedoso.

El autor hizo entrar en la ficción, disfrazados también, recuerdos de las vicisitudes personales pasadas antes de su destierro. El desenlace es trágico. En el mes de octubre, el terror se desencadena más violento que nunca sobre la ciudad, amenazando todos los hogares. Belgrano, después de encontrar cordial asilo en el consulado norteamericano, decide casarse con Amalia y fugarse la misma noche a Montevideo, donde se le reunirá su esposa.

Pero, celebrado secretamente el casamiento en la quinta, cuando está por partir, irrumpe en la casa una partida de mazorqueros; se entabla terrible lucha; muere el fiel y viejo criado de Amalia y muere Belgrano. En ese instante un anciano aparece gritando: "¡Alto, alto, en nombre del Restaurador!" Es el padre de Daniel. Su intervención suspende la lucha, pero Amalia ha doblado exánime la frente, quedando tendida junto al ensangrentado cadáver de su esposo, y Daniel ha caído también sin voz y sin fuerza en los brazos de su padre. El breve epílogo permite suponer que ni Amalia ni Daniel murieron esa noche.

La idealización romántica, exagerada, según las fórmulas de la escuela, en las prolijas descripciones y en los coloquios entre los dos amantes, se entrelaza con la crónica de costumbres; la escena trágica con el diálogo vivaz y con el apunte cómico y aun caricaturesco. Por su inspiración, Amalia deriva de las novelas folletinescas francesas entonces en boga; para los argentinos sigue siendo un documento, aunque parcial y polémico, sobre la tiranía de Rosas. A pesar de sus defectos de construcción, de estilo y de verdad psicológica en algunas situaciones, es un libro lleno de color, amenidad, interés, patetismo y emoción patriótica. Ha pasado con éxito al teatro y al cinematógrafo argentinos.

(fuente: http://www.biografiasyvidas.com/obra/amalia.htm)


COMBATE DE LAS PIEDRAS - 3 de septiembre de 1812                             

Manuel Belgrano.    

Manuel Belgrano

[...] La retaguardia había partido el 21 de agosto de Humahuaca y el 23 se encontraba en los arrabales de la ciudad de Jujuy. Desde allí marcharía cubriendo con sus guerrillas el "camino de Las Postas" hacia Campo Santo y luego por Cabeza del Buey enfilarían hacia Metán. Las tropas realistas al mando de los coroneles Llanos y Huici, asediaban permanentemente a la retaguardia, la que tenía ordenes de no comprometer un combate. Sin embargo, fueron alcanzados y se trabó un intenso tiroteo por ambos bandos. Reforzados los realistas pusieron en fuga la tropa patriota.

El Gral. Belgrano recibió la noticia el 3 de septiembre e inmediatamente hizo formar en batalla, con la colaboración de dos pequeñas piezas de artillería y contraatacó con dos columnas de infanterías a ordenes de los capitanes Carlos Forest y Miguel Aráoz; al centro formó la caballería al mando del Capitán Gregorio Aráoz de La Madrid; la reserva estaba a cargo de los Jefes Díaz Vélez y Juan Ramón Balcarce. Tras un breve pero intenso tiroteo los realistas huyeron tomándoseles 25 prisioneros, quedando 20 muertos en el campo. Este pequeño combate se conoce como "Combate de Las Piedras" y sirvió para levantar la moral de las tropas. El Coronel Huici que se había adelantado hasta la localidad de Trancas, cayó prisionero y fue de inmediato trasladado a Tucumán.

Gral.Gregorio A. de Lamadrid  

Gral.Lamadrid

Allí comenzaba a operarse el milagro. Un ejercito que volvía a sentir el orgullo de combatir bajo el mando de un jefe despojado de soberbia y conciente del sacrificio que la Revolución significaba para el pueblo. En el parte enviado a Buenos Aires se magnificaba el combate, sin ánimo de vanagloria, tan solo para infundir optimismo y recrear esperanzas. La idea de resistir iba tomando forma, pero la situación objetiva era extremadamente comprometida. Una nueva derrota, más allá de exponerlo al General a una grave sanción, dejaría las provincias del noroeste en manos enemigas, y ello, ponía en riesgo cierto al territorio. En comunicación al Gobierno le advertía:

"Vuestra Excelencia debe persuadirse que cuanto más nos alejemos más difícil ha de ser recuperar lo perdido, y también más trabajoso para contener la tropa sosteniendo la retirada con honor y no exponernos a una total dispersión y pérdida de esto que se llama ejército, pues debe saber cuanto cuesta y debe costar hacer una retirada con gente bisoña en la mayor parte hostilizada por el enemigo por dos días de diferencia". Mientras esto sucedía, ordenó abandonar el "Camino de Las Postas" para dirigirse por el "Camino de las Carretas" hacia Santiago del Estero y Córdoba. De esta forma seguía en cumplimiento de lo ordenado.

Tras consultar con sus oficiales y evaluar las posibilidades, el Gral. Belgrano le ordenó al Cnel. Juan Ramón Balcarce adelantarse hasta la ciudad de San Miguel de Tucumán y proceder a organizar su defensa. Todos estaban dispuestos a defender la posición hasta las últimas consecuencias. De proseguir la marcha la deserción, el desánimo y la insubordinación hubieran cundido. Por ello el Gral. Belgrano había enviado despachos a Buenos Aires considerando tal posibilidad, recibiendo las contestaciones siempre del mismo tenor: continuar con la retirada.
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Fuente: - Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina - Bartolomé Mitre. Ediciones Estrada. Tomo II. (http://www.lagazeta.com.ar/laspiedras.htm)

 

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