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Claves para comprender la Historia -  Horizonte Bicentenario Mayo 2010 Julio 2016 - Año VI - Nº 30 - febrero de 2014 - ISSN 1852-4125

 

El 28 de enero de 1814, el general José de San Martín marchaba al norte para hacerse cargo de la dirección del Ejército del Norte, liderado hasta ese momento por el geneal Manuel Belgrano. Y santiago del Estero vio pasar a los líderes de ida o de vuelta, descansar y alimentar a las tropas, particularmente de Manuel Belgrano, por la relación familiar por línea materna, los Islas, con esta provincia a la que frecuentaba en cuanta oportunidad tenía para descansar de los tragines militares.

En esta oportunidad nos proponemos presentar fragmentos de algunas visiones sobre el mismo hecho que permitan contrastar las informaciones vertidas en distintos momentos y en distintos lugares de nuestra historia. En esta oportunidad se trata de un artículo de Instituto Nacional Sanmartiniano y otro de un historiador salteño Eduardo Poma.

María Cecilia Rossi

 

 

Instituto Nacional Sanmartiniano:

(...) San Martín y Belgrano no se conocían personalmente antes de encontrarse en Yatasto. Desde algún tiempo atrás, se había establecido entre ellos una correspondencia epistolar, por intermedio del español liberal don José Mila de la Roca, amigo de uno y de otro y secretario de Belgrano en la expedición al Paraguay. Ambos se habían abierto su alma en esta correspondencia, y simpatizaron antes de verse por la primera vez. Al abrir Belgrano su campaña sobre el Alto Perú, San Martín redactó para él unos cuadernos sobre materia militar, extractando las opiniones de los maestros de la guerra, y dióle sus consejos sobre las mejoras que convenía introducir en la organización de las diversas armas, especialmente en la caballería, condenando el uso de los fuegos en ella, según los preceptos de la escuela moderna. Belgrano, en marcha para el campo de Vilcapugio, y cuando se lisonjeaba con una victoria inmediata, le contestaba modestamente: "¡Ay! Amigo mío, y qué concepto se ha formado ud. De mí? Por casualidad, o mejor diré, porque Dios ha querido, me hallo de general sin saber en qué esfera estoy: no ha sido esta mi carrera, y ahora tengo que estudiar para medio desempeñarme, y cada día veo más y más las dificultades de cumplir con esta terrible obligación". Refiriéndose a sus consejos agregaba: "Creo a Guibert el maestro único de la táctica, y sin embargo, convengo con ud. en cuanto a la caballería, respecto a la espada y lanza". Y con relación al trabajo de San Martín, terminaba diciendo: "Me privo del 2. cuaderno, de que ud. me habla: la abeja que pica en buenas flores proporciona una rica miel; ojalá que nuestros paisanos se dedicasen a otro tanto y nos diesen un producto tan excelente como el que me prometo del trabajo de ud., pues el principio que ví en el correo anterior, relativo a la caballería, me llenó".

Después de Ayohuma, San Martín le escribía confortándolo en su infortunio y anunciándole el próximo refuerzo que, según lo acordado, debía conducir Alvear, y él contestaba: -"He sido completamente batido en las pampas de Ayohuma, cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes, y nada me arredrará para servir, aunque sea en clase de soldado por la libertad e independencia de la patria. Somos todos militares nuevos con los resabios de la fatuidad española, y todo se encuentra menos la aplicación y constancia para saberse desempeñar. Puede que estos golpes nos hagan abrir los ojos, y viendo los peligros más de cerca tratemos de hacer otros esfuerzos que son dados a hombres que pueden y deben llamarse tales".

Al saber que era el mismo San Martín el que marchaba en su auxilio, le escribió lleno de efusión: "No se decir a ud. Cuánto me alegro de la disposición del Gobierno para que venga de jefe del auxilio con que se trata de rehacer este ejército; ¡ojalá que haga otra cosa más que le pido, para que mi gusto sea mayor, si puede serlo! Vuele, si es posible; la patria necesita que se hagan esfuerzos singulares, y no dudo que ud. los ejecute según mis deseos, y yo pueda respirar con alguna confianza, y salir de los graves cuidados que me agitan incesantemente. No tendré satisfacción mayor que el día que logre estrecharle entre mis brazos, y hacerle ver lo que aprecio el mérito y la honradez de los buenos patriotas como ud." Cuando San Martín se acercaba, le escribe su última carta desde Jujuy, diciéndole: "Mi corazón toma aliento cada instante que pienso que ud. se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con ud. Se salvará la patria, y podrá el ejército tomar un diferente aspecto. Empéñese ud. En volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no sólo como amigo, sino como maestro mío, mi compañero y mi jefe si quiere, persuadido que le hablo con mi corazón, como lo comprobará la experiencia".

Animados de estos generosos sentimientos, se dieron por la primera vez en Yatasto el abrazo histórico de hermanos de armas, el vencedor de Tucumán y Salta recientemente derrotado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma, y el futuro vencedor de Chacabuco y Maipú, libertador de Chile y el Perú, que por entonces sólo podía ostentar el modesto laurel de San Lorenzo.

San Martín se presentó a Belgrano pidiéndole órdenes como su subordinado. Belgrano le recibió como al salvador, al maestro, y debió ver en él a su sucesor. Empero, a aquel le repugnaba asumir el mando en jefe, humillando a un general ilustre en la desgracia y ni aún quiso ocupar el puesto de Mayor General para que había sido nombrado ostensiblemente, lastimando a los jefes fundadores de aquel glorioso y desgraciado ejército, y así lo manifestó al gobierno. El gobierno, empero, que consideraba una necesidad militar la remoción de Belgrano, y el mando en jefe de San Martín una conveniencia pública, significó a éste por el órgano de uno de sus miembros: "No estoy por la opinión que manifiesta en su carta del 22 (de diciembre), en orden al disgusto que ocasionaría en el esqueleto del ejército del Perú su nombramiento de Mayor General. Tenemos el mayor disgusto por el empeño de ud. en no tomar el mando en jefe, y crea que nos compromete mucho la conservación de Belgrano".

San Martín General en Jefe

San Martín asumió al fin el mando en jefe del ejército por orden expresa del gobierno. Belgrano se puso a sus órdenes en calidad de simple jefe de regimiento, y dio el primero el ejemplo de ir a recibir humildemente las lecciones de tácticas y disciplina que dictaba el nuevo general. Desde este día, estos dos grandes hombres que habían simpatizado sin conocerse, que se habían prometido amistad al verse por primera vez, se profesaron una eterna y mutua admiración. Belgrano murió creyendo que San Martín era el genio tutelar de la América del Sur. San Martín en todos los tiempos, y hasta sus últimos días, honró la memoria de su ilustre amigo como una de las glorias más puras del nuevo mundo.

(http://www.sanmartiniano.gov.ar/documentos/documento045.php)

 

Eduardo Poma

Al cumplirse doscientos años del encuentro en Metán del general Manuel Belgrano con el coronel José de San Martín, queda la sensación que tanto el Gobierno provincial como el comunal (San José de Metán) han perdido una histórica oportunidad. Era quizá, el momento indicado para abrir el debate sobre la versión que dice que ambos patriotas se encontraron en la “Posta de Yatasto”. Y la razón es simple: no todos los historiadores coinciden con esa tradición y menos, con la fecha ahora oficializada por ley.

Y mientras el debate está cerrado para los investigadores de la historia, el Gobierno provincial tomó la delantera, a propuesta del senador de Metán, y promulgó la Ley 7811 que oficializa el 20 de enero como día del histórico abrazo.

El profesor Eduardo Poma, por ejemplo, destacado investigador salteño y metanense para más, en su “Historia de Metán y de la Frontera Salteña” (Ed. 2009, página 131, último párrafo) sostiene: “El 16 de enero de 1814 el coronel don José San Martín llegó a Yatasto y es hospedado en la sala de los Toledo y Pimentel, hoy conocida como "Posta de Yatasto'. Al día siguiente, San Martín y los refuerzos que lleva al Ejército del Norte, parte rumbo al río Pasaje, donde lo espera el general Belgrano en la ribera norte del río. Ese mismo día 17, San Martín se aloja en la posta Los Algarrobos, que estaba ubicada cerca del actual pueblito Lumbreras. Hasta allí se dirige Belgrano, encontrándose con San Martín el 19 de enero de 1814. Ambos deciden trasladarse ese mismo día a la sala de Las Juntas, en Yatasto, de propiedad de don Manuel Torrens. Allí se hospedan, partiendo San Martín el 21 hacia la sala de los toledo Pimentel (Posta de Yatasto), mientras que Belgrano lo hace el 26, hacia Tucumán.

En Las Juntas, estos dos grandes hombres fueron obsequiados con pescado. De allí proviene aquella célebre receta "Dorado a la San Martín', recogida por doña Deidamia Sierra de Torrens y que publicara Juana Manuela Gorriti en su “Cocina Ecléctica”. Este es en resumen el itinerario de ambos jefes cuando se encuentran por primera vez en Metán”, concluye Poma.

El cambio de Mitre

Tiene razón Poma cuando se pregunta: “¿Cómo nació la versión de que en la "Posta de Yatasto'se encontraron San Martín y Belgrano?”. Nadie sabe pero Mitre tiene algo que ver. El dice en su “Historia de Belgrano” (1859): “Antes que tuviere lugar la rendición de Montevideo ..., se han encontrado en las Juntas (camino de Jujuy a Tucumán), el General Belgrano y el Coronel San Martín...” (Tomo I, pag.279). Pero con el tiempo y, vaya a saber por qué razón de oreja, Mitre no mantuvo su postura original y, en 1884, en la 4§ edición de la “Historia de Belgrano”, cambió y, sin arrimar razones, dice que “se han encontrado en Yatasto”.

Desde entonces se repite la versión, a punto tal de que el Dr. Vicente López, en su “Historia de la República Argentina” volumen IV, publicado dos años después del curioso cambio de Mitre (1886), dice: “Los dos generales pues al encontrarse en Yatasto (al Norte de Tucumán) cuando el uno entregaba el mando del ejército al otro, estrechaban sus manos y se daban el abrazo sincero de hermanos... el 30 de enero de 1814”.

A fines del siglo XIX la versión de Mitre y López ya está instalada en la enseñanza pública por los textos oficiales adaptados por Martín García Merou en su “Historia Argentina” (T.II, pag. 165). Así, en forma oral e indocumentada, se repitió la tradición en las obras de los historiadores Pacífico Otero, Ricardo Rojas en “El Santo de la Espada” y Ricardo Levene.

Se abre el debate

Uno de los primeros historiadores que puso en duda la versión de Mitre y López y abrió el debate, fue el doctor Alfredo Gárgano, en su obra “El itinerario de San Martín en el Ejército del Norte y abrazo de Belgrano en Tucumán”. Su trabajo fue publicado el 19 de enero de 1950 y allí dice: “La llamada posta de Yatasto nunca existió, ni menos que en ella se diera en 1814 el histórico abrazo...”.

La réplica no se hizo esperar por parte de varios historiadores, entre ellos el salteño Atilio Cornejo, quien adhirió a la versión de Mitre al igual que Manuel Lizondo Borda, presidente del Archivo Histórico de Tucumán. Pero en 1954, el tucumano Lizondo Borda cambió de opinión sosteniendo que el encuentro fue el 20 de enero en Las Juntas.

Finalmente, en el Boletín N§ 28, el “Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta”, reprodujo la tesis del Dr. Antonio Pérez Amuchástegui: “No existe documento alguno que autorice a afirmar que San Martín y Belgrano se encontraron por primera vez en Yatasto, como tampoco en Tucumán; los testimonios parecen indicar que se encontraron en un lugar al sud del río Juramento, y no descartan la posibilidad de que en Yatasto se hayan reunido...”.

Posta de Algarrobos

Finalmente en 1973, el historiador Julio Arturo Benencia, en “Cómo San Martín y Belgrano no se encontraron en Yatasto”, aportó documentación que permite asegurar que “a la salida de la posta de Algarrobos, sobre el camino al Juramento, se encontraron San Martín y Belgrano el 17 de enero de 1814. Indudablemente faltan detalles precisos de hora y lugar exacto sobre el camino..., pero que no alteran la fecha ni el lugar referido al poblado de Algarrobos.... La tradición forjada en la casa de la hacienda de D. Vicente Toledo y Pimentel, transmitida por sus descendientes, arraigada en el lugar y aceptada sin reparo por la historia oficial, es una creación ilusoria del pasado. La vieja posta colonial, si bien pierde un título, los posee suficientes para continuar siendo Monumento Histórico Nacional... ”, agrega Benencia.

Y un último dato. En 2012, Miguel Angel De Marco, doctor en historia y miembro de número de la Academia Nacional de Historia concuerda con Benencia sobre Algarrobos pero difiere en la fecha. Para él fue el 29 de enero. (“Belgrano, Artífice de la Nación, Soldado de la Libertad”).

Conclusiones  sobre el hecho

Los datos aportados en este artículo, hablan a las claras de la necesidad que había en aquel momento y que hay aún hoy, de abrir el debate sobre Yatasto y la fecha del encuentro entre los próceres. No son datos menores y, como dice Eduardo Poma, “no desmerece en nada a nuestros héroes si se presentan los hechos tal como ocurrieron y no como nos habría gustado que ocurrieran”.

(http://www.eltribuno.info/salta/363317-Bicentenario-del-encuentro-de-San-Martin-y-Belgrano.note.aspx)

 Claves para comprender la Historia - Horizonte Bicentenario mayo 2010-julio 2016 - Año VI - Nº 30 - febrero de 2014 - ISSN 1842-4125

 

Un volumen reúne por primera vez más de 90 entrevistas del escritor Juan Ramón Jiménez

 

ANDALUCESDIARIO.ES / Madrid/Sevilla / 30 Ene 2014
Juan Ramón Jiménez.Juan Ramón Jiménez.
 

La Fundación José Manuel Lara publica ‘Juan Ramón Jiménez por obra del instante. Entrevistas’, un volumen en el que se recopilan cerca de 90 documentos datados entre 1901 y 1958, entre entrevistas, encuestas y cuestionarios, que fueron publicados una sola vez y de manera dispersa.

De esta manera, se rinde homenaje al autor de Moguer (Huelva) y publica por primera vez, en un único volumen, todas las entrevistas realizadas a Juan Ramón Jiménez, en las que se observa una dimensión para muchos “desconocida” del escritor, según ha explicado este martes su sobrina nieta Carmen Hernández Pinzón en declaraciones a Europa Press.

Portada del libro 'Juan Ramón Jiménez por obra del instante. Entrevistas'.

Portada del libro ‘Juan Ramón Jiménez por obra del instante. Entrevistas’.

“En España existe una leyenda de antipático e irónico. Pero en estas entrevistas se observa un común denominador con todos los periodistas: veían en él a una persona amable y sincera”, indica Hernández. ”Paisaje por paisaje no me interesa, me interesa el ser humano”, indicó el escritor, según recuerda Hernández, quien destaca que esta obra es “un proyecto” del propio Juan Ramón Jiménez, a quien se conoce en profundidad gracias a esta “magnífica” edición, donde el lector puede ver su “evolución”.

“Él consideraba estas entrevistas parte de su obra, porque ahí residía su pensamiento sobre todas las dimensiones: poesía, política y los principios más importantes del ser humano”, ha señalado.

Durante cerca de cuatro años ha trabajado Soledad González Ródenas, autora de la edición, para recopilar todas las entrevistas, algunas de ellas localizadas y otras físicamente en Puerto Rico.

“ESPONTÁNEO Y SINCERO”

“Espontáneo”, “sincero” y “cercano”, Juan Ramón Jiménez opinaba “de todo sin veto ni cortapisa”, lo que pudo generar una imagen poco amable a su alrededor. Sin embargo, Hernández lo recuerda con una visión muy distinta.

“En mi familia era considerado un ser entrañable, era el tío más querido. Es lo que me ha transmitido mi familia. Se volvía loco con los niños, era tierno y delicado. He tenido que conocer la otra faceta porque para mí era completamente diferente”, cuenta. De hecho, según añade, tras su fallecimiento encontraron en Puerto Rico, donde residía, una carpeta con cartas de alrededor de 2.000 personas “de primera fila”, entre ellas filósofos y poetas, lo que demuestra que “no podía ser como lo pintaban”.

Los derechos humanos en democracia

 

Autor: Luis Alberto Romero

Es más fácil contar las provincias en las que no hay problemas con la policía", contestó un funcionario nacional consultado sobre el creciente panorama de sublevaciones de uniformados. Es cierto. En una semana, desde que estallaron la rebelión de Córdoba y el apogeo de los saqueos en esa provincia, ya hubo cinco muertos y decenas de heridos por los asaltos a los comercios. El Gobierno cambió drásticamente el discurso sobre el conflicto. Una situación de tensión extrema se advierte fácilmente en casi todos los funcionarios con responsabilidades ejecutivas.

Sin embargo, los ojos de la política están puestos en la provincia de Buenos Aires y, sobre todo, en el multitudinario y caótico conurbano.

Pero desde entonces los caminos de la democracia y de los derechos humanos se bifurcaron. En cuanto a la democracia, la ilusión inicial se fue tornando en desilusión a medida que se revelaban los límites de un gobierno sin recursos, endeudado y con un Estado deteriorado, que no podía satisfacer sus promesas mínimas de pan, salud y educación. El compacto respaldo civil que tuvo no alcanzó para subordinar ni a los sindicatos ni a los militares, alzados en la Semana Santa de 1987. En 1989, cuando la hiperinflación y los saqueos evocaron el precipicio, el nuevo gobierno obtuvo del Congreso amplios poderes. Nunca fueron devueltos, con el falaz argumento de la "emergencia permanente". Así, a la desilusión ciudadana se sumó la crisis de la institucionalidad republicana, que desde entonces fue en avance.

La pobreza -la gran novedad de la sociedad argentina- agregó otro factor al deterioro democrático. La precariedad de la existencia cotidiana, las falencias de la escuela, la policía y la Justicia conspiraron contra la formación de ciudadanos conscientes, respetuosos de la ley y preocupados por el interés general. Comenzó entonces a fructificar un nuevo modo de hacer política. Sus protagonistas fueron las autoridades gubernamentales, del presidente a los intendentes, quienes aprendieron el arte de transformar modestas ayudas estatales en paquetes de votos. De ese modo, el sufragio, orgullo de la democracia de 1983, fue tomando un sentido más instrumental que ciudadano. Finalmente, la crisis de 2001, que hasta llegó a afectar la autoridad presidencial, barrió con los partidos políticos y aun con la idea de la representación legítima, otro de los pilares de aquella democracia.

Por su parte, las organizaciones de derechos humanos se encontraron desde el principio algo descolocadas con la nueva democracia. Acostumbradas a un mundo dividido entre malos y buenos, se encontraron con una política diversa, que postulaba el pluralismo. Esta desubicación puede explicar el predominio del sector más intransigente, el de Hebe de Bonafini, convertida en vocero e ícono de la causa. Los intransigentes de los derechos humanos se colocaron en la vereda de enfrente de Alfonsín, desconfiaron de la Conadep, no valoraron los juicios a las Juntas y, sobre todo, objetaron que se pusiera en el mismo banquillo a militares y guerrilleros. Tras la crítica a la llamada "teoría de los dos demonios" comenzó a reaparecer la distinción, común en los años 60, entre la injusta violencia del Estado terrorista y aquella otra que se suponía legitimada por los ideales de sus perpetradores.

La intransigencia se consolidó con la ley de obediencia debida y con los indultos de Menem. Los "derechohumanistas" eran un colectivo complejo, y en sus voces se mezclaron registros diferentes. Junto a la de los doloridos familiares estaban los militantes de la democracia y la libertad, y también quienes habían simpatizado con las organizaciones armadas o participado en ellas. Algunos de ellos adoptaron con sinceridad el nuevo credo democrático, pero otros lo vieron sólo como un período de tregua y de recomposición de fuerzas.

En muchos, estas ideas coexistían en tensión. En los años 90, en el amplio espacio de oposición al menemismo, la balanza se fue inclinando hacia un setentismo nostálgico y corrosivo. Las nuevas generaciones transformaron a las "víctimas de la dictadura" en heroicos combatientes, y gradualmente reivindicaron sus objetivos y sus métodos. Horacio Verbitsky hizo una amplísima lista de "cómplices de la dictadura" y Hebe de Bonafini reclamó las armas y glorificó el terrorismo. La intransigencia fue arrinconando a muchos viejos defensores de los derechos humanos y descartando las ideas liberales originales, como el respeto a la vida.

Democracia y derechos humanos -ambos bastante distintos de los de 1983- volvieron a encontrarse en el gobierno de Néstor Kirchner. Desde 2003, la legitimidad del poder presidencial volvió de la mano del mando. Profundizando la senda de los 90, Kirchner concentró más autoridad, controló el Congreso, avanzó sobre la Justicia, subordinó a los medios y anuló las agencias de control. Con la caja fiscal construyó la base política del Gobierno y produjo los votos necesarios para sustentarlo. Mientras se reducía el espacio de la civilidad, la democracia republicana terminó de ser sustituida por el autoritarismo democrático.

La novedad estuvo en la justificación. La retórica neoliberal fue reemplazada por la nacional y popular, enriquecida con elementos de los años 70. El discurso oficial volvió a partir el campo político y a estigmatizar a los enemigos del pueblo, las "corporaciones destituyentes". El pluralismo de 1983 quedó sepultado por la renovada intransigencia facciosa, que sirvió de puente con el núcleo intransigente de los derechos humanos. Incómodos con la democracia, éstos se encontraron a gusto con una retórica afín con Carl Schmitt y con las prácticas de un caudillo mandón de provincia chica, con talento para apreciar las potencialidades políticas de una causa por la que nunca se había interesado.

Kirchner reabrió los juicios a los militares y abundó en gestos afines a la versión facciosa de los derechos humanos. Así interpeladas, las principales organizaciones dejaron la Plaza y se subieron a los balcones de la Casa de Gobierno. Abandonaron el elevado plano moral en el que habían nacido y asumieron sórdidas tareas políticas. Hebe de Bonafini fustigó con grosera violencia a los enemigos del Gobierno, y Estela de Carlotto encharcó su meritoria organización en el hostigamiento al Grupo Clarín. La integración se completó cuando este grupo, que conservaba la representación de los derechos humanos, se sumó al esquema de subsidios y corrupción instrumentado por el Gobierno. Fue emblemático que en Madres la tarea quedara a cargo de un parricida.

Así, los caminos de la democracia y los derechos humanos se reencontraron, en un punto muy lejano del original. A muchos esto les gusta. Para quienes nos sentimos a disgusto, nos queda la tarea de volver a reunirlos en el lugar adecuado. Por una parte -es bien sabido-, hay que reconstruir la democracia republicana, la ciudadanía y el pluralismo. Por otra, la sociedad civil debe construir y legitimar nuevas organizaciones de derechos humanos, liberadas del estrecho mandato inicial, pero no de su imperativo de fondo. Es cierto que hay muchos derechos nuevos, que son importantes. Pero también están los viejos. Hay aún muchas víctimas de la sorda violencia estatal y policial y hay otros derechos alienados en una sociedad con mucha hambre y muy poca ley. Alguien tiene que defenderlos.

 

(vía: La Nación, 10/12/2013)

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