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La primitiva parroquia de San Pedro se creó posiblemente sobre una antigua mezquita, aunque en esto dudan los autores, pues los restos al parecer musulmanes que existen en ella, son considerados en la actualidad como mudéjares. la iglesia de estilo gótico-mudéjar fue construida en el siglo XIV, aunque ha sufrido sucesivas reformas en los siglos XVI, XVIII, y finalmente, en el actual durante los años 1922-24.

EXTERIOR DEL TEMPLO

Esta Iglesia de gran porte y elegancia se complementa de una inmensa torre, la mas alta de Sevilla después de la Giralda. La torre consta de dos cuerpos rematados por un chapitel de azulejería. El primero corresponde a la etapa fundacional y conserva restos mudéjares. El segundo cuerpo, o el de campanas corresponde al siglo XVI. El remate, formado por un airoso chapitel, fue realizado entre 1593 y 1597 por Martín Infante.

La iglesia cuenta con dos fachadas; la principal que da a la calle Sor Angela de la Cruz, y la lateral que da a la plaza de San Pedro. La fachada de la calle Sor Angela, al pie del templo, es de tradición mudéjar y en ella destacan tres oculos (vanos circulares) . Las vidrieras que los ocupan representan a San Pablo y San José a los lados y a San Pedro en el centro (éste de mayores dimensiones).

La portada es del año 1612 y está formada por un arco de medio punto entre pilastras. A la derecha de esta portada se encuentra un azulejo de la Virgen Madre de Dios de la Palma de estilo Neobarroco y creada por Kiernam Flores en siglo actual.

La portada que da a la Plaza de San Pedro es de dos cuerpos; en el segundo se halla la estatua de San Pedro sedente realizada en piedra en el año 1624 por Martín Cardino. En la portada, realizada por Diego de Quesada entre 1613 y 1624, se encuentra una inscripción en latín que dice así; “Tú eres el pastor de las ovejas, príncipe de los Apóstoles; a ti han sido dadas las llaves del reino de los cielos”.

INTERIOR DEL TEMPLO

La Iglesia consta de tres naves, separadas por cuatro pilares rectangulares que rematan en arcos apuntados. Las naves están cubiertas con techumbres de madera; la central con rico aljarfe mientras que las laterales, en forma de colgadizo, carecen de decoración. El presbiterio está cubierto por una bóveda de piedra con nervios que se apoyan sobre pequeñas columnas adosadas a la pared.

El retablo mayor, situado en el presbiterio, corresponde a la segunda mitad del siglo XVII. Tanto la arquitectura como los relieves y esculturas son de Felipe de Rivas, si bien se conoce la intervención en una última etapa de su hermano Francisco Dionisio de Ribas. Comprende a uno y otro lado seis relieves alusivos al santo titular. En el lado de la izquierda, aparecen de abajo a arriba las escenas de La entrega de las llaves, Caída de Simón Mago y Pedro andando sobre las aguas. En la parte de la derecha, Liberación de San Pedro por el ángel, Quo vadis Domine y la Visión de Joppe o de las sabandijas. En la calle central figura el Santo titular, obra de Andrés de Ocampo (Cristo de la Fundación) realizada hacia el año 1591. Aparece San Pedro sentado en un trono, con la tiara papal y vestido con túnica y capa pluvial. Mientras en su brazo izquierdo sostiene el báculo, su mano derecha está en actitud de bendecir.

En el centro del segundo cuerpo se encuentra la Virgen de la Asunción, con una corona de estrellas y una peana cubierta de querubines. Arriba, en el tercer cuerpo, se encuentra la figura de Cristo crucificado, una talla muy semejante al Cristo de Burgos.

Junto a las gradas que dan acceso al presbiterio, a uno y otro lado, se encuentran dos altares con retablos neogóticos y pinturas de principios de siglo XIX. Es de resaltar la escultura del altar de la izquierda, que representa una Inmaculada del siglo XVIII. El altar de la derecha está dedicado a San Antonio de Padua.

A ambos lados del templo se abren un total de ocho capillas, una de la etapa fundacional del templo, la Capilla del Sagrario, y el resto de época posterior, de los siglos XVI y XVII. Son todas de planta rectangular, aunque de diferentes tamaños.

Las Capillas de la nave izquierda o del Evangelio.

La capilla de Nuestra Señora del Pilar consta de un retablo dorado de gusto neoclásico colocado en el año 1922. En el centro se encuentra la Virgen del Pilar con el Niño, de mediados del siglo XVIII. A sus pies está Santiago orando y dos figuras durmientes, que fueron añadidas en 1763. La imagen de la Virgen del Pilar es de pequeño tamaño: 1,15 metros con la peana, formada por una nube de querubines que descansa sobre la columna chapada de plata. A la derecha del retablo se sitúan, San José con el Niño, y a la izquierda, San Nicolás de Bari.

La Capilla del Cristo de Burgos está formada por un retablo moderno totalmente dorado. En el centro se sitúa el crucificado del Santísimo Cristo de Burgos, obra de Juan Bautista Vázquez el viejo, realizada en 1574.(es la obra documentada mas antigua en Sevilla). A la izquierda se encuentra la Virgen de Madre de Dios de la Palma, imagen de vestir, atribuida a Juan de Astorga, escultor que la tallaría en el siglo XIX. A la derecha, la imagen de San Juan Evangelista es obra moderna y de calidad inferior. Bajo el Cristo de Burgos se halla una talla de Niño Jesús, fechada en el siglo XVIII.

En la Capilla de la Virgen del Rosario se encuentra un retablo de gusto neoclásico de principios de este siglo. La imagen de la Virgen es de vestir y de mediana calidad artística. Debajo, encerrada en una urna con puerta de cristal, una imagen de la Inmaculada descansa sobre un pedestal. Los expertos la califican de joya del arte cristiano. A los lados de la Virgen del Rosario, sobre peanas, San Rafael a la derecha y el Angel de la Guarda a la izquierda. En la parte superior del altar, la imagen de San Juan Nepomuceno, que en los siglos pasados tuvo mucha devoción en la Parroquia, y a los lados, sentados sobre la cornisa, dos ángeles lampadarios de finales del siglo XVIII.

Un Baptisterio ocupa la 4ª capilla de la nave izquierda de la parroquia. De planta cuadrada, se cubre con bóveda de crucería. En el centro de la capilla se sitúa una pila bautismal. En un ángulo, una figura de tamaño natural porta una lámpara, que antiguamente se empleaba como pie para el cirio pascual.

Al pie de la nave del Evangelio, y junto al baptisterio se encuentra el Retablo de Nuestra Señora de la Paz, formado por cinco tablas y un banco. Es obra de Pedro Campaña , uno de los grandes maestros de la pintura sevillana del siglo XVI. En el centro del banco está representada la Anunciación de la Virgen y a ambos lados dos pequeñas tablas con los familiares del donante del retablo, con los hombres a un lado y las mujeres al otro.

Sobre la entrada de la Iglesia se alza el órgano construido por Blas Beracoechea en 1904. De estilo típicamente romántico, consta de dos teclados manuales de 56 notas y un pedalero de sólo trece teclas de tamaño mediano.

Las Capillas de la nave derecha o de la Epistola

La Capilla del Sagrario , fue utilizada en tiempos antiguos para enterramientos. Posee una preciosa bóveda de lacería mudéjar, fechada en 1379, que representa uno de los pocos restos de la primitiva Iglesia construida en l siglo XIV. El retablo de azulejería es moderno, en el se encuentra Nuestro Padre Jesús de la Salud, genial talla del siglo XVII de Felipe de Ribas.(ahora en restauración +1 año).(anécdota Los Gitanos). A uno y otro lado del retablo se sitúan San Sebastián y San Roque, de la escuela de Duque Cornejo. Las figuras del Sagrado Corazón y Virgen de Fátima son modernas y de escasa calidad artística, afeando la capilla. En las paredes aparecen tres cuadros de bella factura, Santa faz, en la pared de la izquierda, atribuida a Zurbarán, Alegoría Eucarística, de Lucas Valdés, y Cristo atado a la columna de Luis de Morales.

La Capilla de Animas del Purgatorio es de planta rectangular, con zócalo de azulejería y es de dimensiones muy reducidas. La mayor parte de la capilla la ocupa un gran lienzo que representa las ánimas del Purgatorio. Obra de Domingo Martínez en el siglo XVIII. Éste sustituyó a uno de Alonso Cano, ahora desaparecido. En la fachada que da a la Plaza hay un azulejo que es una copia del cuadro del interior. El azulejo es obra de Kiernam Flores en el presente siglo y se divide en tres partes claramente diferenciadas; 1- en la parte inferior un grupo de personas arde entre un mar de llamas que les rodea con marcada expresión de sufrimiento. Algunos llevan distintivos que nos revelan sus cargos o funciones que desempeñaron en vida; aparecen reflejados reyes, reinas, obispos, sacerdotes y emperadores, en clara alusión de que no desempeñaron su cargo de forma cristiana. Este grupo de personas representan las ánimas del purgatorio. 2- un segundo plano lo constituye el centro del azulejo, en el que se representa a un grupo de ángeles que sacan del infierno aquellos que se han arrepentido y quieren ascender al cielo. 3- en la parte superior se sitúa Dios flanqueado tanto por apóstoles, como santos, o padres de la Iglesia.(gorrión)

La Capilla de San José ocupa el hueco de la torre, y tras ella se encuentra la sala de reuniones de la Hermandad del Cristo de Burgos. Se trata de un retablo dorado con una gran hornacina donde aparecen las imágenes de San Joaquín, San José y Santa Ana. San José(1,40) es del siglo XVII y de gran calidad artística. Los santos Joaquín y Ana (1,25 m) son posteriores y de inferior calidad.

HERMANDADES Y COFRADÍAS

Cristo de Burgos (de penitencia). Fundada en la segunda mitad del siglo XVII, aunque reorganizada a principios de este siglo. Desde 1942 ostenta el siguiente título Pontificia, Real , Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santísimo Cristo de Burgos, Negaciones y Lágrimas de San Pedro, y Madre de Dios de la Palma. En un principio ostentó también la de Santo Sudario, pero en 1927 lo reclamó la Hermandad del Buen Fin, concediendosela la del Cristo de Burgos en 1943 por mutua concordia. En 1948, la Hermandad concedió el título de Hermano Mayor Honorario al Ayuntamiento de Burgos, quién desde entonces envía todos los años una representación en su salida procesional del Miércoles Santo.

Como curiosidad destacar que el Cristo de Burgos original se encuentra en la Catedral de Burgos. Su peculiaridad radica en estar hecho de piel de búfalo, de manera que si se le quitase un clavo de la mano el brazo se descolgaría al instante.

Actualmente la Hermandad posee al final de la plaza un pequeño edificio en el que se ha instalado la casa hermandad.

Sacramental de San Pedro y Animas Benditas del Purgatorio. (problema de que existe sin existir). Se desconoce su fecha de fundación, aunque sus orígenes se sitúan a principios del siglo XVI. Celebra tripudo al Santísimo los días 1,2 y 3 de Enero, y solemne quinario de Animas en el mes de Noviembre. Posee esta Hermandad una amplia sala capitular de dos plantas con notables piezas artísticas. Destaca su cruz procesional del siglo XVII.

Nuestra Señora del Pilar (de Gloria). Existen dos posturas acerca de su origen: por un lado la Hermandad está celebrando este año los 750 años de existencia, por lo que sitúan sus orígenes justo después de la toma de Sevilla por Fernando III(siglo XIII). Por otro lado, las fuentes documentales no remontan sus orígenes mas allá del siglo XVII, mas exactamente al año 1695. La semana pasada (5-12 de Octubre) se han venido celebrando conciertos, conferencias y numerosos cultos, a los que han acudido numeroso público. Se ha celebrado el triduo a la Virgen y la función principal el pasado Lunes, saliendo posteriormente la Virgen en procesión por las calles de la feligresía. Además todos los días 2 de cada mes, hora santa ante el altar de la Virgen.

ANÉCDOTAS

Junto a la Capilla del Pilar existe una placa o lápida que atestigua que Diego de Silva y Velázquez, al mas eminente de los pintores españoles, fue bautizado en San Pedro el 6 de Junio de 1599. Pintor de la corte que dejó en el Museo del Prado (Madrid) la estela inmortal de sus maravillosos cuadros. En e archivo de la Parroquia se conserva su partida de bautismo y la de matrimonio de sus padres Joao Rodríguez de Sylva y Jerónima Velázquez, que está fechada el 28 de Diciembre de 1597.

Texto: José Alfonso Muriel - Fotos: Francisco Santiago

(fuente: http://www.sevillainformacion.org/templos/parroquias/sanpedro/index.html)

 

 

 

PRENSA E IDENTIDAD DE LOS ESPAÑOLES INMIGRANTES EN LA ARGENTINA:  EL DIARIO ESPAÑOL DE BUENOS AIRES EN LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX


Marcela García Sebastiani1

Universidad Complutense de Madrid
http://www.americanistas.es/biblo/textos/11/11-59.pdf

 

La prensa de las colectividades extranjeras constituye un espacio privilegiado de análisis para medir las tramas de significados alternativos y/o simultáneos en contextos multiculturales e interpretar las intersecciones de un cualquier grupo de inmigrantes en sociedades más amplias.

Concentra, además, una amplia gama de dimensiones y múltiples facetas para su abordaje: como ámbito de trabajo y de sociabilidad de un núcleo de profesionales procedentes de un contexto político, cultural y social diferente al de las sociedades receptoras, como medio de información y de opinión desde una perspectiva étnica, como eslabón de asistencia al emigrante mediante unos avisos publicitarios que operaban unas veces de bolsa de trabajo y otras de oportunidades de negocio local y transatlántico, como agente de movilización de los activos de las organizaciones o colectivos más extensos de la colectividad, como plataforma para la discusión de principios y herramientas de ciertos inmigrantes con itinerarios personales y una vida pública que oscilaban entre el mundo de los negocios y de la política, como formadora de imágenes y creadora de representaciones de los conflictos políticos y sociales que acontecían tanto en la sociedad de origen, como en receptora; finalmente, como constructora –o reconstructora– de identidades e intermediaria de visiones e ideas concretas sobre los problemas y ensayos políticos contemporáneos.

El Diario Español fue el principal periódico de la colectividad de inmigrantes españoles en la Argentina desde comienzos del siglo XX. Si bien dicha publicación de carácter étnico no tenía una tirada comparable a la de los principales periódicos porteños, formaba parte del escenario político y ocupaba un lugar en el debate público. Informaba puntualmente sobre los conflictos y los personajes más relevantes de la vida política española y no era, por otra parte, indiferente a los cambios sociales y políticos locales. Fue un importante medio de expresión pública y ayudó, por tanto, a construir imágenes, identidades, representaciones de la colectividad emigrante española por encima de sus diferencias sociales, étnicas y políticas, constituyéndose como la voz de la colonia y forjador de opiniones concretas. En los últimos años salieron a la luz una serie de trabajos a partir de una historia política renovada que mostraron cómo la prensa, en general y la de las colectividades extranjeras en particular, no había sido una fuente indagada y apreciada en toda su dimensión2. Recientes análisis, poniendo la mirada en las fórmulas de integración de los inmigrantes en la sociedad receptora, han destacado el rol de los periódicos de las colectividades extranjeras en la mediación entre la sociedad civil y la política, enfatizando el papel de la prensa como vía de participación alternativa al de la representación política y como formador de una opinión ante los conflictos y cambios políticos que trascendía al debate público argentino3. En todo caso, no abundan estudios sobre la prensa de la colectividad española en la Argentina o análisis de problemáticas relacionadas con el tema migratorio del colectivo étnico español en la Argentina que hayan explorado esa fuente para sacar conclusiones o fundamentar resultados de investigación4. De hecho, no tengo conocimiento de algún trabajo monográfico sobre El Diario Español, excepto una descripción hecha por uno de los colaboradores del periódico en Madrid en sus inicios o generalidades sobre él en memorias de políticos, inelectuales y periodistas españoles que reseñaron su paso por la Argentina5. Las investigaciones pioneras en torno a la prensa de los colectivos migratorios en la Argentina se concentraron esencialmente en su papel entre la colectividad italiana como elemento de opinión y de representación para el debate público argentino6 y sólo los repasos atentos a la emigración desde la perspectiva del nacionalismo gallego han hecho unas primeras valoraciones en torno a este tipo de fuente, tanto para explorar nuevos temas o reconsiderar ciertos tópicos anclados en la problemática de la emigración7 Es objetivo de estas líneas, por tanto, adentrarse en los orígenes de la prensa de la colectividad española en la Argentina, seguir su desarrollo y los avatares en las primeras décadas del siglo XX para, finalmente, desplegar el papel desempeñado por El Diario Español como gestor de la identidad étnica entre el colectivo de los inmigrantes españoles en la Argentina.

Los orígenes de la prensa de la colectividad española en la Argentina

Las elites de las colectividades extranjeras que vivían en la Argentina entendieron la prioridad, desde muy temprano, de tener una prensa propia para informar y representar los intereses de sus connacionales, forjar opinión, y alentar la participación en la vida pública de quienes habían tomado la decisión de emigrar a la Argentina; en definitiva de intervenir en la esfera pública mediante el ejercicio de mediación entre la sociedad civil y la política8. Desde la década del sesenta del siglo XIX, la prensa se había desarrollado de forma acelerada, especialmente en la ciudad de Buenos Aires. Cuando en 1883, Ernesto Quesada publicó un primer informe sobre la prensa periódica argentina contemporánea, en aquel país, entonces con 3.026.000 habitantes, circulaban 224 periódicos9. Si bien en esa primera etapa del periodismo argentino, la cantidad de periódicos era importante, también lo era la profusión de títulos y la variedad de contenidos que ofrecían los diarios, semanarios, revistas de información general, política, religiosa o profesional; casi todos escritos en español, pero también los había redactados en las lenguas de las colectividades extranjeras radicadas en el país. De todos los experimentos iniciales hechos por éstas, los más exitosos parecen haber sido los de colectividad italiana, cuyos periódicos adquirieron gran difusión y continuidad desde la década del 1870, destacando entre ellos La Patria degli Italiani10.

Los españoles fundaron El Diario Español en 1905 y su edición se prolongaría hasta entrados los años cuarenta del Siglo XX. Pero no fue el primer intento de la colonia española de forjar una empresa periodística. La colectividad española tuvo su primer periódico en 1852. Entonces, legado dos años antes a la Argentina, el madrileño Benito Hortelano, amigo y protegido del general Urquiza, había fundado El Español, desde donde aconsejaba a sus connacionales a tener repararos para participar en las disputas políticas de la Argentina. El mismo año apareció la Revista Español, cuyas páginas facilitaron la publicación de avisos que servían para cubrir las necesidades de los españoles en la ciudad y en la campaña cercana11. Más tarde, en 1872 salió El Correo Español. Su director, Enrique Romero Jiménez, un emigrado de convincentes ideas republicanas y con gran entusiasmo para participar en la política y en la vida pública argentina, ayudó a propagar entre la colonia española una especie de culto idolátrico de las intervenciones militares y públicas de Bartolomé Mitre, según contaba en la crónica sobre la prensa de la colectividad española que haría Blasco Ibáñez en 1911 tras su paso por la Argentina12. En 1880, Romero Jiménez murió tras un duelo que mantuvo con otro republicano emigrado –Paul Angulo– y su padrino en aquella romántica acción de honor, Justo López de Gomara, recién llegado a la Argentina, asumió la dirección del periódico y estuvo al frente de él a lo largo de una década. El joven republicano reactivó al periódico de la colonia española que se imprimía en Buenos Aires. Con López de Gomara como director y propietario de El Correo Español, la tirada de ejemplares creció considerablemente. Si en sus comienzos su tiraje había sido de 1.000 ejemplares diarios, hacia 1887, cuando por vez primera se registraron oficialmente los diarios y revistas editados en la ciudad de Buenos Aires, se había elevado a 4.00013. Y, bajo su dirección, además, se puso en funcionamiento una redacción propia en Madrid, a cuyo cargo fue nombrado el periodista republicano Julián de la Cal –el mismo que en 1908 vendría a la Argentina de la mano del republicano radical Alejandro Lerroux “para dejarlo bien situado”14 – y se establecieron con ella servicios telegráficos exclusivos.

Los redactores de El Correo Español prestaron especial atención a las informaciones referentes a la madre patria y a la colonia local. Por sus páginas pasaron crónicas escritas por Emilio Castelar, Ramón de Campoamor, Nicolás Salmerón, Benito Pérez Galdós, Víctor Balaguer, Rafael María de Labra o José Ortega Munilla; a veces eran reproducciones de artículos de opinión o información publicada originariamente en la prensa de la península que, en cualquier caso, intentaban recrear las imágenes negativas y cargadas de antimodernidad que sobre España tenían gran parte de los sectores ilustrados de la Argentina15. Y, también, a canalizar para el debate público argentino, propuestas, ideas y discusiones que implicaban a los políticos españoles. Con todo, en su cobertura periodística sobre España sobresalían las informaciones vinculadas con los sectores más o menos disidentes a la monarquía y de abierto apoyo a la causa republicana. Y es que en sus talleres trabajaban un gran número de periodistas republicanos que habían emigrado desde España a la Argentina; muchos también se habían incorporado a las redacciones de los periódicos nacionales. Para la embajada española en la Argentina era, por tanto, un verdadero quebradero de cabeza cómo menguar la publicación de noticias contrarias a los intereses monárquicos.

Como el resto de los diarios de las colectividades extranjeras, además de incorporar las noticias del exterior, reseñaban sobre los acontecimientos locales; en parte para informar a sus lectores –muchos de ellos nuevos emigrados– sobre los hechos políticos y las celebraciones más relevantes de la Argentina16.

En 1891, la publicación pasó a ser propiedad de Rafael Calzada, uno de los más descollantes miembros de la colectividad española en la Argentina y, más tarde, fue adquirido por Fernando López Benedito. Formaban parte de su equipo de redactores a E. Vázquez de la Morena, Enrique y Emilio Vera, R. Ballesteros, A. Poleró Escamilla y, como novedad de la nueva dirección, el periódico publicaría quincenalmente una hoja aparte como revista comercial17. Los últimos años de El Correo Español estuvieron asociados a la politización emprendida por los republicanos españoles emigrados a la Argentina a favor de la renovada causa republicana que había despertado en la península las elecciones de 1903 y la entrada de una nutrida representación extramuros al turno monárquico. Para quienes impulsaron la experiencia de sociabilidad y de movilización de un amplio sector de la emigración española no por finalidades mutuales o culturales sino políticas, la prensa resultaba un instrumento de primer orden para fijar los significados sobre el acontecer político en España, tener cierta presencia pública, y, finalmente, asegurar la trasmisión de unas ideas y símbolos con valores elaborados y codificados por los notables del colectivo.

Las peripecias empresariales y el inicio del fin de El Correo Español se vieron envueltas, por tanto, en las estrategias del grupo de republicanos españoles en la Argentina, los de la Liga Republicana Española se había constituido, desde los tiempos de su fundación en 1903, en el auténtico portavoz de ese sector de la colectividad identificado con el republicanismo de la península, buscaban otro medio para conciliar republicanismo, antimonarquía y popularidad. La oportunidad se había presentado a finales de 1903. Meses antes, Rafael Calzada, presidente de aquella Liga y uno de los mayores accionistas de El Correo Español, se había hecho cargo de la sociedad, que en enero de 1903 había pasado a ser de carácter anónima, con el fin de reflotarla. Con la mayor parte de las acciones de la empresa periodística, Calzada convocó una asamblea para reformar sus estatutos y, tras tener el apoyo de una mayoría de socios, se pronunció a favor de que el periódico tuviese un carácter político que antes no tenía. Inmediatamente después, Ricardo Fuerte, un periodista republicano de vieja estirpe y con intereses de lograr apoyos económicos para la causa republicana en la península entre los ricos emigrados en la Argentina, terminó haciéndose con la dirección de El Correo Español.

Desde entonces, un moderado discurso a favor de las consignas republicanas, democráticas y populistas sin dejar de informar al lector culto o popular de la situación política, social, económica y cultural española, el de El Correo Español, compaginaba con otro desde donde se desplegaba, con el mejor estilo de sensacionalismo tipográfico, un lenguaje corrosivamente antimonárquico, el de La República Española18.

 El Diario Español comienza a andar y a gestionar la identidad de los españoles en la Argentina La publicación de El Correo Español se suspendió en octubre de 1905; el periódico no había podido hacer frente a una deuda judicial y fue rematado. Entonces lo compró Justo López de Gomara, con cierta experiencia en el mundo periodístico, y se puso al frente de la nueva empresa editorial que denominó El Diario Español; algunos consideraron la solución para continuar con el desaparecido periódico de la colectividad19. Tres años antes, López de Gomara había regresado al periodismo porteño y comenzado a publicar en El Diario, uno de los tres periódicos nacionales argentinos de mayor circulación –además de La Prensa y La Nación-, una sección dedicada a la colectividad española que tituló Páginas de España20, siendo éste otro antecedente inmediato de El Diario Español. El primer número de El Diario Español echó a andar el 1º de febrero de 1905. Desde entonces, prologaría su edición sin interrupciones hasta entrados los años cuarenta del siglo XX y se forjaría como la voz de opinión más representativa del colectivo de la emigración española en la Argentina, por encima e inclusiva de las diferencias políticas y de opinión, y de identidades regionales y nacionalistas que comenzaron a eclosionar en el seno de la colectividad pocos años después de la aparición del periódico. Desde sus orígenes, la publicación estuvo muy asociada a su director, Justo López de Gomara; por lo menos hasta su muerte que ocurrió en 1923. Hombre con cierta experiencia en el mundo de la empresa periodística y con vínculos en la profesión, desconocía, sin embargo, si el proyecto iba a prosperar. La incertidumbre y los pocos medios económicos con los que contaba le llevaron a concertar con antiguos colaboradores afines la utilización de los talleres gráficos de El Diario, con el que no había dejado de colaborar. Fue en 1909 cuando finalmente pudo establecerse por cuenta propia.

Su aparición fue, en general, bienvenida en el seno de la colectividad. Pero no dejaron de manifestarse ciertos reparos. Por ejemplo, Ricardo Monner Sanz, uno de los miembros de la amplia elite de la colonia española en la Argentina, declaradamente monárquico, escribió para su corresponsalía para la Revista Mercurio de Barcelona que su director, López de Gomara era un “periodista de buena cepa” y que la buena marcha del nuevo periódico dependía de su sapiencia para “sustraerse a la influencia de los politiqueros que también pululaban (entre los emigrantes españoles en la Argentina), y (no) entretenerse en averiguar pequeñeces de la política española, que a pocos (interesaban) y que (...) perjudicaban a los ojos de los argentinos”. Sólo así, en la lectura de Monner Sanz, el periódico “habría hecho obra meritoria”21. Y es que El Diario Español había salido a la luz en tiempos en que los notables de la colonia estaban divididos por motivos políticos. La formación, en 1903, de La Liga Republicana en la Argentina, como se ha señalado, había reunido a un considerable grupo de españoles que fundían su identidad en el propósito de apoyar políticamente y de incidir a favor de la causa republicana en España y no para ensayar fórmulas que repercutiesen directamente en la vida política argentina22. Sabedor de las discrepancias que esa decisión había causado en el seno de la colectividad española y entre la propia familia de republicanos, López de Gomara se definió favorable a conciliarlas y apostó por un periódico autónomo que se forjase como la voz de los intereses de España y de la colonia local, que era “una feliz anarquía”, y facilitase, a su vez, su integración en la vida política 23.

La redacción de El Diario Español se instaló en la porteña calle Victoria número 659 y su sede constituyó en un lugar de encuentro y de sociabilidad para la colectividad española24. Con tiradas menos numerosas que los grandes diarios, salía todas las mañanas, excepto los sábados, y se distribuía por las ciudades y pueblos del interior argentino. Bien había reseñado el republicano Blasco Ibáñez tras su paso por la Argentina en 1910 que, a diferencia del resto de los periódicos de las colectividades extranjeras que vivían en la Argentina, la prensa de los españoles estaba especialmente sujeta a la competencia de los diarios nacionales ya que uno y otros estaban escritos en un mismo idioma. De hecho, comentaba el prolífico escritor valenciano, el español que vivía allí no tenía que leer un periódico redactado por españoles para mantenerse informado y, además, los diarios argentinos ofrecían mayor cantidad de lectura e información que las brindadas por el modesto diario de la colectividad. En defensa de esa desventaja, y en medio de la conquista de un rico mercado de lectores y de públicos difusores de la información suministrada en el periódico, los redactores del periódico español alegaban que “los diarios nacionales, por perfectos que tengan sus servicios informativos, no los refleja(ba)n ni p(odía) reflejarlos con criterio español, ni en perfecta armonía con las miras y tendencias de (los) intereses colectivos”25.

Con todo, El Diario Español era el que mejor informaba las noticias sobre España. Éstas, sin embargo, estaban tamizadas por la opinión previamente tejida en el periodismo madrileño y moldeadas por la cosmovisión republicana, progresista y liberal y democrática de su director y colaboradores. El periódico contaba con una oficina de redacción propia en Madrid. Su director, Andrés Mellado, con cierta cercanía a uno de los jefes del Partido Liberal, Segismundo Moret, organizaba toda la información que se publicaba sobre España sobre literatura, arte, política y todo aquello que pudiese interesar a los compatriotas emigrados. Para ello, el periódico tenía un servicio telegráfico especial con la redacción en Madrid que le permitía trasmitir hasta 7.000 palabras en un solo día; todo un signo de modernidad para un diario de españoles en América. Entre sus colaboradores en Madrid figuraban, entre otros los catedráticos Adolfo Posada y F. Pérez Bueno, el militar Bernández de Castro, Miguel Troyano, Fabián Vidal, Baldomero Argente, Antonio Cortón, Ramiro Blanco, Conrado Solsona, A. Villegas, R. Solier y María Atocha de Bernard. J. Roca y Roca enviaba desde Barcelona la información para “Crónicas Catalanas”26.

Aunque López de Gomara se esforzara para que su periódico fuese la mejor fuente de información sobre la actualidad política española y se convirtiese en la voz de la colectividad sin verse salpicado por las diferencias políticas e ideológicas de sus miembros, difícilmente pudo disociarse de su pasado republicano y de su adscripción a una línea de tradición político cultural de raíces liberales, progresistas, republicanas, democráticas que, sintonizaba, además, con valores propios del liberalismo argentino. De hecho y en general, desde El Diario Español se trataban con más despliegue informativo las noticias que hacían referencia al republicanismo y a los republicanos en España que a las de la monarquía, aunque éstas no faltaban27. Y no era el único periódico de los españoles en la Argentina que noticiaba preferentemente a los hombres y acciones del pasado y presente del republicanismo en España. Las divisiones de la familia republicana también habían llegado al periodismo de los españoles en la Argentina. Los republicanos radicales, que desde la emigración simpatizaban con Lerroux, tenían su propia prensa. Desde El Republicano Español, y bajo la dirección de Indalecio Cuadrado, se vertían las críticas más duras hacia la monarquía y los partidos participantes del turno pacífico28.

Formaban parte de la redacción de El Diario Español un grupo de colaboradores que habían ejercido el periodismo en España antes de emigrar. Entre ellos, José Ramón Lence, nacido en La Coruña y llegado a la argentina en 1894. Con actitudes políticas cambiantes a lo largo de toda su vida (1874-1951), cuando se incorporó a la redacción de El Diario Español, en 1905, participaba de la corriente regeneracionista desde posiciones social católicas y nacionalistas que le llevaron a simpatizar con el maurismo, primero y con el nacionalismo gallego, más tarde. La evolución del Lence como periodista, muestra cómo, para algunos redactores, El Diario Español, se convirtió en plataforma para posteriores ensayos de emigrantes ilustrados para erigirse como conductores de unos principios de calado nacionalista en la esfera pública rioplatense. En efecto, en 1906, el periodista gallego lanzó la idea de constituir un gran centro mutualista gallego que al año siguiente se cristalizaría con la fundación del Centro Gallego de Buenos Aires. Poco tiempo después, el periodista alentó la formación de El Correo de Galicia que sería interrumpidamente hasta 1946 la voz de la emigración gallega en la Argentina29.

Otros colaboradores de El Diario Español también habían tenido un pasado vinculado al mundo periodístico antes o después de emigrar. Rafael Manzanares, el subdirector, había desempeñado en España algunos cargos públicos y llevaba años ejerciendo otros en la prensa argentina. Javier Santero, un antiguo profesor en la Facultad de Medicina de Madrid, era el encargado de realizar las críticas artísticas30. Francisco Mas y Pi tenía como tarea realzar la imagen de la colectividad y de sus miembros más destacados durante el escaparate de las celebraciones del centenario del pronunciamiento de los notables de Buenos Aires por dejar de formar parte de un ya alicaído imperio español. Las alocuciones favorables al legado español recibido que se habían desatado en los tiempos del Centenario en la sociedad de acogida se tornaban operativas fundamentalmente tanto para afirmar unas posiciones de jerarquía dentro de la colectividad como para disuadir a otras fuerzas que, dentro, del conjunto de la emigración, se pronunciaban a favor de un renovado republicanismo político en la península, de los nacionalismos regionales emergentes o de un renacido anarquismo31. La numerosa elite de emigrados temía la ocupación de los espacios de sociabilidad, de reconocimiento, de opinión y de influencia que había creado en la Argentina en tiempos anteriores de la llegada masiva de la emigración española en un contexto de creciente movilidad social. No era casual, por tanto, que desde El Diario Español, López de Gomara aconsejara que “no e(ra) la inmigración intelectual la que necesita(ba)n estos países (como la Argentina), sino braceros, hombres rudos (....), la inmigración de blusa, no la de levita, porque esta, con sus ambiciones, muy legítima y muy juntas, fracasa(ba) lamentablemente ...”32. Los recursos para desengañar esos temores pasaban por procurar forjar entre la mayoría de los emigrantes españoles una identidad étnica de fuerte sentido patriótico, integradora, incompatible con otras que hicieran alusión a la condición social, simpatía política o la región de procedencia y que facilitase, además, la integración en la sociedad receptora sin muchas rupturas. También, por asegurar el control social de amplios públicos, para lo que resultaba conveniente tanto aliviar las viejas discrepancias político-ideológicas que existían en el seno de la colectividad como enaltecer la experiencia migratoria de los miembros más consolidados y de aquellos que habían logrado fortuna y posición social. El Diario Español se sumó a tales intenciones elitistas. Debía, por tanto, compensar mejor las informaciones y representaciones construidas en relación con el país de origen. De lo que se trataba era de lavar un poco la imagen del periódico, atemperando los discursos e identificaciones claramente favorables a las corrientes y líderes del republicanismo en España, y lograr que aquellos “deslices” del pasado dejasen paso a identificaciones menos tendenciosas políticamente y más dotadas de símbolos positivos en torno a un patriotismo de carácter nacional español. Por eso, el periódico de Gomara organizó una serie de concursos literarios y periodísticos para premiar las monografías sobre españoles que se habían distinguido en la vida pública argentina; el periodista Más y Pi fue el encargado de la selección.

Como ocurría con los restantes periódicos de las colectividades extranjeras en la Argentina, El Diario Español –y antes El Correo Español– existía gracias a las suscripciones abonadas por adelantado por sus lectores; permitían aquellas garantizar la aparición de la publicación y su distribución entre su principal clientela, la colonia española. Otros, aunque menores, ingresos y públicos provenían de la venta callejera en los quioscos de las principales arterias de la ciudad donde los paseantes o visitantes oían vocear el comercio de las diversas ideas ofrecidas por la prensa escrita en los diferentes idiomas de las colectividades extranjeras que vivían en la Argentina34. Pero dejar de depender del mercado de suscripciones no era tarea fácil. Las entradas del periódico se complementaban con los avisos publicitarios que, en general, encargaban los emprendedores emigrados; el éxito también dependía de los aportes especiales o del esfuerzo por diversificar una empresa que generalmente no daba muchas ganancias, incorporándole actividades adicionales como la impresión y la venta de otro tipo de publicaciones, o funcionando como agencias intermediarias para la venta de pasajes. No fueron ajenos a los intentos de estabilizar el negocio periodístico la conversión de la empresa en una sociedad de acciones anónimas con el fin de amenizar los riesgos. Hacia finales de 1911, el periódico pasó, tras una venta de unos 500.000 pesos de los de entonces, de la propiedad de López de Gomara a la de una sociedad anónima, cuyas acciones fueron adquiridas entre los más ricos y renombrados miembros de la numerosa elite de la colectividad española como el abogado y republicano Rafael Calzada, el médico Avelino Gutiérrez, los periodistas Felix Ortiz y San Pelayo y Manuel Llamazares, hombres relacionados con el mundo comercial, financiero y de la incipiente industria como Gonzalo Sáenz, Anselmo Villar, Jorge Mitchell, Casimiro Gómez y León Durán; hasta Vicente Blasco Ibáñez se hizo con un paquete de 100 acciones de El Diario Español, S.A.. El periódico ya no podía sobrevivir sólo de la publicidad de unos avisos comerciales que, al tiempo de ser una fuente importante de financiamiento, imprimían ciertas señas de prédica periodística con un gran sustento ideológico haciendo alusiones a los problemas políticos de España, apelaciones a las virtudes éticas, y críticas  la política del gobierno local. Tampoco podía sostenerse de unas suscripciones que eran generalmente pagadas con retraso y tras el recordatorio que insistentemente hacía López de Gomara a sus compatriotas desde el periódico. Tras esa operación comercial, su fundador continuaba, no obstante, como director técnico remunerado de la publicación. No sólo se trataba de liberar a López de Gomara de los sinsabores económicos después de treinta años de estar al frente de diferentes empresas periodísticas de la colectividad española, sino también de procurar mejoras empresariales que ayudasen al reconocimiento de la vida colectiva y la labor patriótica de los emigrados. Por eso, entre los propósitos de la nueva sociedad estaban los de construir un edificio propio y los de crear una sucursal editora en Madrid para dar a conocer su política e intereses.

Para lo que se apelaba, una vez más, a la suscripción y a la publicidad de profesionales de la industria y del comercio de la colectividad como acto de solidaridad patriótica y de representación visible del colectivo35. Primaba, por entonces, menos la rentabilidad económica de la publicación que la preocupación de un conjunto de dirigentes de los emigrantes españoles por construir un imaginario nacional lejos de sus países de origen; una identidad patriótica, además, que era posible recrearse a partir de otras lecturas, nuevas –y no por ello menos comprometidas con el presente– de los conflictos de la madre patria, y en un contexto de coexistencia multicultural como era la Argentina entre finales del siglo XIX y comienzos del XX.

En la redacción del El Diario Español, como antes el Correo Español, se imprimían, además, todas las publicaciones oficiales del Consulado y de la Legación Española en Argentina. Conocedor, además de los conflictos que los intereses republicanos habían implicado en el pasado a la prensa de la colectividad, su directo quería evitar conflictos con la representación monárquica.

Pero, a la vista de los avatares económicos que exigía la edición del periódico, procuró asegurarse ingresos fijos para la empresa. Hacia 1910 había negociado finalmente con la legación un pago mensual de 1.000 pesetas de las de entonces por los servicios de imprente ofrecidos a Legación. Parece ser, sin embargo, que a pesar de los ruegos de López de Gomara, la Embajada no cumplió su parte del trato. De hecho, ocho años más tarde, el insistente director, justificando justicia y patriotismo, escribió al entonces Ministro de Gobierno, Antonio Maura rogándole que el gobierno español saldase sus deudas con el periódico que siempre había atendido, desde lejos, los intereses nacionales. Tuvo como respuesta más que promesas, nuevas esperas36. Las páginas de El Diario Español no se habían mostrado, en el pasado, muy favorables a Antonio Maura y al Partido Conservador, fundamentalmente por considerar sus políticas favorables a un clericalismo antiliberal con el que el periódico nunca se había identificado. No obstante, años más tarde, la posición de neutralidad mantenida por los conservadores monárquicos durante la I Guerra Mundial había acercado a Maura y López de Gomara a tal punto que El Diario Español defendió la postura de Maura ante el conflicto ante las críticas aparecidas al respecto en La Nación37.

El Diario Español, al igual que lo serían las asociaciones de carácter étnico, fue uno de los ámbitos de gestión de una identidad patriótica construida a partir del reconocimiento de una unidad étnica y afirmada en un nacionalismo de carácter español e integrador a pesar de la presencia de otras identidades políticas y culturales asociadas con las regiones de origen o con afinidades ideológicas. Como se ha venido señalando, las elites profesionales y económicas de la colectividad española en la Argentina, generadoras, además, de distintos espacios de control social, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX adquirieron, lejos de España, un regenerado sentimiento de patriotismo español y de pertenencia a una nación, la española, por encima, incluso, de los demás nacionalismos que por entonces comenzaban a emerger en la península38. Aquel sentimiento traspasó la dimensión individual e identificó a todo un colectivo. Tenía, además, el inequívoco propósito de facilitar la integración, adaptación, el reconocimiento, la acomodación, la visibilidad de los españoles en la vida pública y en los diversos entramados del progreso de la sociedad argentina. Y también, de proyectar hacia un contexto cultural que consideraban cercano los escenarios y personajes del mundo de la política y de la cultura española más proclives a acompasar a las nuevas tendencias de un nuevo liberalismo reformista e intervencionista en los asuntos públicos.

El profundo lazo con su tierra de origen que se esforzaban en mostrar los segmentos más ricos y letrados de la colectividad impregnaba a la noción de patria una valoración positiva que, al tiempo allanar el camino a los españoles emigrantes en la nueva sociedad, posibilitaba la manifestación y canalización de ideas, la aceptación de tradiciones y de culturas políticas de diferente signo, ensayos de movilización, y, finalmente, la búsqueda de empatías en un contexto ideológico de fuerte tradición liberal, como la Argentina de entonces39. El propio nombre de El Diario Español –y también lo había sido el de El Correo Español– simbolizaba una opinión favorable, integradora y positiva de la idea de nación española, no asociada en todo caso a las versiones conservadoras, reaccionarias o católicas vinculadas al tema nacional. Y es que no hay que olvidar que aquellas elites propagaban un pasado, más o menos inmediato y de intervención casi siempre fracasada en la cosa pública de su país de origen, relacionado con las diferentes tendencias del republicanismo o las diferentes versiones liberales de los partidos monárquicos; menos conocidas son las vinculadas al carlismo y más tardías las asociadas al nacionalismo de carácter regional. Exaltadas declaraciones y arrebatadas contribuciones pecuniarias que apelaban a un nacionalismo español se habían manifestado entre las elites españolas en la Argentina especialmente a raíz de los sucesos de 1898. A partir de entonces, desde los ámbitos de gestión de la autoidentidad étnica de los españoles en la Argentina se fue gestando una lectura de patriotismo en la que opción migratoria se desvinculaba de las visiones sintomáticas del fracaso nacional español y era considerada en términos de progreso40. Una cultura política progresista, asociada a los valores e ideales liberales, republicanos y reformistas de la que participaba en España un conjunto de jóvenes que no habían logrado promocionarse en los vericuetos del sistema caciquil de la Restauración, y que habían optado por la experiencia migratoria, se tornaba activa en la Argentina a la hora de intervenir a favor del país de origen.

NOTAS

1 Universidad Complutense de Madrid . Departamento de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos. Investigadora contratada del Programa Ramón y Cajal, e-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..">Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.. Una versión más completa sobre el tema en Estudios Migratorios Latinoamericano, número correspondiente a diciembre de 2004.

2 Para una visión sesgada de la prensa migratoria como fuente de análisis, MOYA, José Carlos. “Notas sobre las fuentes para el estudio de la inmigración española en Buenos Aires”. Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1986, Nº 4, pp. 501-502.

3 Fundamentalmente, SÁBATO, Hilda. La política en las calles. Entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880. Buenos Aires: Sudamericana, 1998; CIBOTTI, Ema. “Periodismo político y política periodística; la construcción pública de una opinión italiana en el Buenos Aires finisecular. Entrepasados, 1994, Nº 7, pp. 7-26 y “Sufragio, prensa y opinión pública: las elecciones municipales de 1883 en Buenos Aires”, en Antonio ANINNO (coord.). Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la formación del espacio público nacional. Buenos Aires: FCE, 1995, pp. 144. 175. Para una lectura de los periódicos en las tendencias historiográficas argentina que marcaron la década del 90 en torno a la historia política, ALONSO, Paula. “La reciente historia política de la Argentina del ochenta al centenario”. Documento de Trabajo Nº 10. Universidad de San Andrés, Departamento de Humanidades, 1997.

4 A manera de ligera excepción, HERRERO Alejandro y HERRERO, Fabián. “Política i premsa espanyola a Buenos Aires: Un studi de cas”. L´Avenc. Revista de Historia, 1992, Nº 159, pp. 38-40 y GARCIA, Ignacio. “... Y a sus plantas rendido un León”: Xenofobia antiespañola en la Argentina”. Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1998, Vol. 13, Nº 39, pp. 195-221.

5 VILLEGAS, Emilio. Bosquejo histórico de El Diario Español. Buenos Aires: 1907. Referencias en BLASCO IBÁÑEZ, Vicente. Argentina y sus grandezas. Madrid, 1911; ESCOBAR Y RAMÍREZ, Alfredo. Las fiestas del Centenario en la Argentina. Madrid: 1912; POSADA, Adolfo. República Argentina: impresiones y comentarios. Madrid, 1911; ORTEGA MUNILLA, José. De Madrid al Chaco. Un viaje a las tierras del Plata. Madrid: 1916. También, CALZADA, Rafael. Cincuenta años en América. Notas autobiográficas. Buenos Aires: 1926. Generalidades sobre el fenómeno de la prensa de inmigración española en la Argentina, el erudito trabajo de VILANOVA RODRÍGUEZ, Alberto. Los gallegos en la Argentina, Tomo II. Buenos Aires: Ediciones Galicia, 1966, pp. 1414-1421.

6 Además de los trabajos citados de CIBOTTI, DORE, Grazia. “Un periódico italiano en Buenos Aires (1911-1913)”, en F. DEVOTO y G. ROSOLI. La inmigración italiana en la Argentina. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2000, pp. 127-140 (1º edición de 1985); LOBATO, Mirta. “La Patria degli Italiaini and Social Conflict in Early-Twentieth-Century Argentine”, en D. GABACCIA y F. OTTANELLI. Italian workers of the world. Chicago: Univ. De Illinois Press, 2001, pp. 127-140. Sobre, en general, el carácter étnico de la prensa, BAILY, Samuel. “The role of Two Newspapers in the Assimilation of Italians in Buenos Aires”. International Migration Rewiew, 1978, Nº 43, pp. 321-340.

7 Ver, CAGIAO, Pilar. “Los gallegos en Buenos Aires a través de la prensa de la colectividad, 1925-1930, en III Congreso Internacional de Historiadores latinoamericanistas (ADHILAC). Pontevedra: Universidad de Santiago de Compostela, 2002, 18 páginas. También para el caso uruguayo, ZUBILLAGA, Carlos. A prensa galega de inmigración en Ururguai. Vigo: Consello de Cultura Galega, 1996.

8 Sobre el papel de la prensa nacional y extranjera en la conformación de la esfera pública porteña, SÁBATO, Hilda. La política en las calles..., pp. 67-71.

9 QUESADA, Ernesto. “El periodismo argentino”. Nueva Revista de Buenos Aires, Tomo IX, Buenos Aires: 1883. Cif PRIETO, Adolfo. El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna. Buenos Aires: Sudamericana, 1988.

10 Ver al respecto, CIBOTTI, Ema. “Periodismo político y política periodística ..., pp. 7-26. Sobre La Patria degli Italiani, DORE, Grazia. “Un periódico italiano..., pp. 127-140.

11MOYA, José Carlos. Cousins and Strangers. Spanish Immigrants in Buenos Aires, 1850-1930. Berkeley: University of California Press, 1998, pp. 279-280.

12 BLASCO IBÁÑEZ, Vicente. Argentina y sus grandezas..., pp. 423-425.

13 CIBOTTI, Ema. “Del habitante al ciudadano: la condición del ciudadano”, en M. Z. LOBATO (comp.). El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Buenos Aires: Sudamericana, 2000, p. 381.

14 LERROUX, Alejandro. Mis memorias. Madrid: Afodismo Aguado SA editores, 1963, p. 319.

15 BIAGINI, Hugo. Redescubriendo un continente. La inteligencia española en el París americano en las postrimerías del siglo XIX. Sevilla: CSIC, 1993, p. 119.

16 Ver al respecto HERRERO A. y HERRERO, F., “Política i premsa...

17 Anuario de la Prensa Argentina. Buenos Aires: 1898.

18 DUARTE, Ángel. La República del emigrante. La cultura política de los españoles en la Argentina (1875-1910). Lleida: Editorial Milenio, 1998, pp. 97-100. Sobre Ricardo Fuerte y su participación en la causa republicana, ALVAREZ JUNCO, José. El emperador del paralelo. Lerroux y la demagogia populista. Madrid: Alianza Editorial, 1990, pp. 297 300. La República Española prolongaría su edición hasta 1907, ZUBILLAGA, Carlos. “Participación política. Bases para su estudio”, en VV.AA. Historia general de la emigración española en América Latina a Iberoamérica. Madrid: Historia 16, 1992, Vol. 2, p. 381.

19 CALZADA, Rafael. Cincuenta años..., pp. 247-248.

20 Para los orígenes de El Diario Español he seguido a VILLEGAS, E.. Bosquejo ....

21 Mercurio, 27 de febrero de 1905, p. 408.

22 Sobre la Liga Republicana de los españoles en la Argentina, DUARTE, A.. La República del emigrante...

23 VILLEGAS, E.. Bosquejo ..., p. 5.

24 ESCOBAR y RAMÍREZ, A. Las fiestas del Centenario ..., pp. 227-228.

25 El Diario Español (en adelante, EDE), 26-XII-1911. BLASCO IBÁÑEZ, V.. Argentina ..., p. 224.

26 Parte de las colaboraciones a El Diario Español de Adolfo POSADA, en Para América desde España, París: Deslis hermanos, 1910.

27 Sirva, a manera de ejemplo, las referencias informativas sobre el 37º aniversario de la proclamación de la República Española y la reproducción de Nicolás Estevánez sobre lo que aconteció en aquellas jornadas. EDE, 11-II-1910. O el despliegue informativo con motivo del retorno de Alejandro Lerroux a Barcelona y Madrid tras haber pasado una temporada con los republicanos españoles en la Argentina. EDE, 26-XI-1909 y 10-XII-1910. Finalmente, las biografías ofrecidas a sus lectores de los diputados republicanos que habían entrado a las Cortes de Madrid en las elecciones de 1910, “Nuestros hombres”, EDE, 2-VII-1910. Y las lecturas de los primates del republicanismo sobre el significado cívico de las Cortes de Cádiz de 1812 con motivo del centenario, EDE, 19-III-1912. Noticias sobre la monarquía, por ejemplo, “Alfonso en la Argentina”, EDE, 6-VI-1906, o “La fecha de la monarquía” (con motivo de la onomástica del rey), EDE, 17-V-1907.

28 El Republicano Español salió en Buenos Aires entre 1907 y 1914, ZUBILLAGA, C.. “Participación ...”, p. 381.

29 LENCE, José Ramón. Jornadas de lucha. Buenos Aires: 1924 y Memorias de un periodista. Buenos Aires: 1940. Cif, NÚÑEZ SEIXAS, Xosé Manuel. Emigrantes, caciques e indianos. O influxo sociopolítico da emigración transoceánica en Galicia (1900-1930). Vigo: Ediciones Xerais, 1998, p. 255. Sobre la labor periodística de Lence, también RÓMULO FERNÁNDEZ, Juan. Historia del periodismo argentino. Buenos Aires: 1943, p. 143.

30 BLASCO IBÁÑEZ, V.. Argentina... , pp. 424-425.

31 MOYA, José Carlos. “Parientes y extraños: actitudes hacia los inmigrantes españoles en la Argentina en el siglo XIX y comienzos del siglo XX”. Estudios Migratorios Latinoamericanos, 1989, Nº 13, pp. 429-523, p. 520. Sobre el carácter y las señas de ese encuentro entre España y la Argentina, RIVADULLA BARRIENTOS, Daniel. La “Amistad irreconciliable”. España y Argentina, 1900-1914. Madrid: Editorial Mapfre, 1992.

32 EDE, 10-II-1910.

33 ESCOBAR y RAMÍREZ, A.. Las fiestas del Centenario..., pp. 337-338.

34 ORTEGA MUNILLA, J.. De Madrid al Chaco..., p. 93.

35 EDE, 26-XII-1911 y 19-III-1912.

36 “Carta del director de El Diario Español, Justo López de Gomara, a Antonio Maura” (30-3-1918), Archivo Maura, Legajo 56, documento Nº 20.

37 “Carta del director de El Diario Español, Justo López de Gomara, a Antonio Maura” (30-4-1917). Archivo Maura, Legajo 357, documento Nº 20.

38 Sobre el patriotismo de los españoles emigrantes a la Argentina, DUARTE, Ángel. “A patria lonxe de casa. Emigración política e identitidade nacional. Dos españois en Arxentina (ca. 1880-ca. 1914). Estudios Migratorios, 2000, Nº 9, pp. 33-59.

39 Sobre el liberalismo argentino entre 1890 y 1914, BOTANA, Natalio y GALLO, Ezequiel. De la república posible a la república verdadera (1880-1916). Buenos Aires: Sudamericana, 1997, pp. 71-123. Para los ensayos de reforma desde el seno del liberalismo, ZIMMERMANN, Eduardo. Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina, 18901916. Buenos Aires: Sudamericana, 1995.

40 Para las visiones de la emigración asociadas al fracaso nacional, SÁNCHEZ ALONSO, Blanca. Las causas de la emigración española, 1880-1930. Madrid: Alianza Universidad, 1995, Capítulo II.

Zygmunt Bauman

“Estamos en un estado de divorcio entre el poder y la política”

 

El profesor polaco Zygmunt Bauman sigue siendo, a sus 89 años, un referente del pensamiento crítico contra el capitalismo. Acaba de publicar ¿La riqueza de unos nos beneficia a todos? (Paidós, 2014), donde retrata "la tesitura de incertidumbre y de ignorancia con respecto al futuro"

Miguel Roig - 14/02/2014 

 

 

 El pensador polaco Zygmunt Bauman, en febrero de 2014 en Madrid. / Alejandro Lamas

 

En la Fundación Rafael Pino, donde nos reciben para mantener un encuentro con Zygmunt Bauman (Poznan, Polonia, 1925), lo primero que hacen es pedir a los fotógrafos moderación en su trabajo, dada la avanzada edad del profesor.

Tarda poco Bauman en desmentir la supuesta fragilidad. Cruzando la amplia terraza, bajo la llovizna invernal, se nos acerca un hombre vestido de negro, muy alto y delgado como las seis en punto, cuya linealidad sólo es desbaratada por sendas matas de pelo blanco que se escapan a cada lado de su pequeña cabeza.

Es puro nervio, armonioso, pero nervio que se expresa en sus largos brazos y manos hiperactivas que sólo se calman con la ayuda de una pequeña pipa y un mechero; entonces, el profesor, concentra la actividad en los ojos que buscan, inquietos, sus pares en el pequeño grupo de periodistas que nos sentamos alrededor suyo.

Es afable, irónico, y no regatea ni la sonrisa ni un poco de humor. Este carácter gentil contrasta con una mirada pesimista del mundo, apoyada en los muchos datos que aporta en el libro que ha venido a presentar, La riqueza de unos nos beneficia a todos? (Paidós, 2014). "Por supuesto que no", dirá una y otra vez en réplica retórica al título y como punto de partida a sus largas respuestas durante la charla.

Bauman, como es sabido, utiliza el concepto de liquidez para señalar el fin de toda certeza y fiabilidad en las instituciones que supuestamente respaldan nuestro sistema de vida, pero más temible aún es la pérdida de valor que adjudica a la experiencia.

De nada sirve el saber acumulado, sostiene, para moverse en una sociedad líquida en la que el trabajo ha perdido valor, los afectos, capacidad de contención y lazo con los demás, y donde el ciudadano, en el mejor de los casos, es un mero consumidor.

"La suma de compras de un país es la medida de su felicidad", sentencia en su nuevo libro y nos recuerda cuando, después de la caída de las Torres Gemelas, el expresidente George W. Bush les dijo a los norteamericanos, con la intención de transmitirles tranquilidad: "Volved a ir de compras".

Para Bauman el porvenir no es algo agradable: "La imagen real de la desigualdad futura no es halagüeña". Y este diagnóstico –al igual que todas las reflexiones que aventura– no contiene un ápice de optimismo. Tampoco se atreve a señalar alguna posible salida de la gran crisis; tan sólo ruega que el sentido común colectivo evite llegar a un punto sin retorno. Es por ello, tal vez, que se preocupa en ser sumamente didáctico y no dejar ninguna cuestión sin su debida explicación.

Con sólo leer las primeras páginas de su libro, pródigas en cifras y estadísticas, se obtiene una respuesta lapidaria a la pregunta del título.

Podemos estimar el estado del mundo consultando datos y buscando un promedio. Tenemos muchas estadísticas que nos dan una media, pero el ser humano medio no existe.

Es una ficción: los seres humanos reales viven entre la diferencia, no viven entre la igualdad. Son inteligentes, y pueden constatar que afirmar que la riqueza está mejorando su calidad de vida es algo muy dudoso. Y la razón es que alguna gente está mejorando pero otra está empeorando más, y a lo que la gente reacciona no es al estándar absoluto del bienestar medio, sino a la diferencia que genera entre la población.

La investigación reciente –sobre todo un estudio iluminador que realizaron  Richard Wilkinson y Kate Picket- muestra que la calidad de vida de la sociedad, en general, no sólo de un grupo o de otro, sino la calidad general de vida degradada por patologías como el alcoholismo o los embarazos adolescentes, en fin, todas las enfermedades de la sociedad, son medidas no con el ingreso medio, sino con el grado de desigualdad.

Es decir, que la riqueza no sólo no conforta al cuerpo social, sino que ahonda la brecha entre ricos y pobres.

El crecimiento de los ingresos recientes no mejora la calidad de vida, no mejora la sociedad. La merma en la calidad de vida, el estado de patología social, viene a la vez que la desigualdad creciente.

En Europa existieron los llamados treinta años gloriosos, el periodo que se vivió después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces los Estados intervenían siguiendo la receta de Johan Maynard Keynes, el gran economista. Ellos deseaban promocionar no sólo la riqueza creciente del Estado en su totalidad, sino también distribuirlo de tal manera que todo el mundo se sintiese involucrado y que todo el mundo pudiese contribuir a una gran sociedad.

Durante estos treinta años la desigualdad en Europa empezó a caer y en 1970 empezó a ir en la otra dirección. Y ahora esta tendencia se manifiesta de manera exponencial. Permítanme una cita del Evangelii Gaudium, la exaltación apostólica del Papa Francisco en la que afirma "las ganancias de una minoría están creciendo exponencialmente, al igual que el hueco que separa a la mayoría de la prosperidad que disfrutan los pocos que son felices".

La ausencia de prosperidad genera un fenómeno que usted en el libro llama precariado.

Hace no mucho tiempo –yo soy un hombre muy mayor y recuerdo cosas que vosotros sois demasiado jóvenes para recordar–, hubo un periodo en el que la gente pensaba en términos de contrastes entre la clase media, gente segura y con dinero, mirando hacia delante, mirando hacia arriba, soñando con mejoras en su vida, y, por otro lado, los proletarios, gente que vivía en la miseria, todos muy cerca o por debajo de la línea de pobreza.

Esta distinción se está borrando, ya que la clase media y los proletarios empiezan a conformar una clase conjunta. A eso yo llamo precariado, de precariedad. Y precariedad significa gente que no está segura de su futuro. Las leyes salvajes del mercado implican que una compañía devora a la compañía de al lado, y en la siguiente ronda de austeridad hay gente que será despedida y perderá los logros de su vida. Los logros vitales ya no son un valor seguro.

Los sociólogos, después de la guerra, nos han hablado de la generación del boom, de la generación X, de la generación Y, de la generación tal y cual, y ahora nos hablan de la generación ni-ni: jóvenes que no tienen educación y no tienen trabajo.

Es la primera generación que no gestiona los logros de sus padres como el inicio de su propia carrera. Es al revés, están preocupados en cómo poder recrear las condiciones bajo las cuales sus padres han vivido y han logrado desarrollarse. No están mirando hacia delante, están mirando hacia atrás, a la defensiva. Este es un cambio muy poderoso.

¿La representación de la pirámide como metáfora de la estructura social, a la luz de este análisis, ha quedado obsoleta?

Pues sí, esta pirámide ya no es real. Mejor pensamos en una gran calabaza con una pequeña cereza encima de ella. En la calabaza está todo el mundo: los proletarios, la clase media. Todos estamos en la misma tesitura de incertidumbre y de ignorancia con respecto al futuro.

Después del colapso de 2007, que afectó a España muy duramente pero que también afectó a nivel global, ha habido una recuperación parcial. Pongamos entre paréntesis esta recuperación porque más del 90 por ciento de la riqueza que se produce, de esta riqueza extra, se la apropia sólo un 1 por ciento de la población, y el resto se va empobreciendo.

Claro, están las estadísticas, como hemos dicho, buscando la media. Si las sumamos todas y las dividimos entre la población, entonces hay un crecimiento económico. Pero detrás de este crecimiento, se esconden varias realidades. La gente es desahuciada de su casa, pierde su trabajo; hay muy pocas oportunidades de cambiar esta situación.

Así que vuelvo a lo que dije al principio. Cuando yo era joven, había una creencia popular que se basaba en que la riqueza que había arriba, en la capa social más alta, se filtraría y bajaría; todo el mundo, de una manera u otra, compartiría esa riqueza. Pero eso no está ocurriendo, no pasa. Podemos decir que los nuevos billonarios se han construido una barricada que les separa del resto de la población. Han llegado arriba de todo y han subido los puentes levadizos.

Este contexto de desigualdad se corresponde con uno de mera supervivencia. ¿Es esta una sociedad posible?

Nos estamos alejando de la morfología de una sociedad que favorece el desarrollo de las cosas solidarias. Esto se está desmoronando. Antes, la negociación colectiva establecía las condiciones de trabajo para todo el mundo; se aplicaba de manera igualitaria. La gente que llegaba a las grandes oficinas o fábricas miraba alrededor y veía que todo el mundo estaba en la misma situación. Esta era la premisa de la solidaridad, estar hombro con hombro, marchar juntos, unir las fuerzas, todos para uno.

Ahora eso se ha roto porque, si trabajas para un jefe, sabes muy bien que espera que hagas mucho más de lo que puedes hacer; tienes que demostrar que eres totalmente irremplazable, indispensable. Que cuando llegue la próxima vuelta de austeridad, tú te asegures de que te vas a quedar y que serán a los otros a los que van a echar.

No hay nada que puedas ganar si intentas unir fuerzas; si te atreves a hacer eso, te van a llamar rebelde y vas a ser el primero en ir a la calle. No hay racionalidad, no hay un sentido de solidaridad. Hay sentido de ser competitivo y sin piedad; considerar a cada persona que tienes alrededor como un rival, como un peligro personal.

¿El hombre contra el hombre?

El hombre es un lobo para el hombre, lo cual puede ser un insulto para los lobos. Así las cosas, la pregunta es cómo se mueven los políticos que están bajo dos fuegos. Por un lado los electores, a quienes deben prometer cosas para ser reelegidos. Pero por otro lado está aquello que Manuel Castells llama "el espacio de los flujos", allí donde los capitales financieros, los terroristas y los traficantes de drogas circulan.

Los espacios de flujos se distinguen por no depender de ningún poder local. Su reacción a situaciones difíciles no es negociar, por ejemplo, con políticos españoles o con el Parlamento español, sino moverse a otro lugar que sea más hospitalario con sus intereses, un sitio en el que no les causen problemas. De manera que, si los políticos siguen los deseos de su electorado, se arriesgan a que las fuerzas que habitan este espacio, simplemente, se evaporen. Este es el doble fuego. Tienen que intentar reconciliar lo irreconciliable.

¿Le escuchan los políticos?

Los intereses a ambos lados de la barricada no son fáciles de reconciliar. La primera reacción al colapso económico fue recapitalizar los bancos, lo cual es como emplear gasolina para apagar un fuego. Eso es lo que está pasando.

El tema no es hoy aquello que tiene que hacerse. Esto es algo que podemos discutir sensatamente e incluso podemos llegar a algún tipo de acuerdo. El tema hoy es quién lo va a hacer.

Quién lo va a hacer hoy porque hace treinta o cuarenta años, yo seguía creyendo junto con mis contemporáneos que, si estábamos de acuerdo en qué hacer, si nos poníamos de acuerdo respecto a qué había que hacer, no teníamos ninguna duda de que lo haría el Gobierno, porque el Gobierno tiene en sus manos la capacidad de llevar a cabo acciones efectivas. Pero hoy…

¿Cuáles son las condiciones de las acciones efectivas?

Una de ellas es el poder. Poder significa la capacidad de hacer cosas, y la política es la habilidad para decidir qué cosas han de hacerse; y el Estado tenía tanto el poder como la política en sus manos, con lo cual podía decidir qué cosas había que hacer y podía llevarlas a cabo.

Hoy, como no me canso de repetir, estamos en un estado de divorcio entre el poder y la política. El poder, como diría [Manuel] Castells, existe en el espacio de los flujos pero la política se mantiene en forma local, igual que estaba en el siglo XIX, no ha cambiado nada. Es local, en el espacio de los lugares, como también lo define Castells.

Y siempre y cuando continúe este divorcio, nosotros estaremos atascados en esta pregunta: ¿quién va a hacerlo? El Gobierno está claramente atascado en este doble fuego sin saber qué hacer.

 http://www.eldiario.es/sociedad/divorcio-poder-politica_0_228877293.html

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