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Claves para Comprender la Historia - Horizonte Bicentenario - Mayo 2010 - Julio 2016 - Año Vº - Nº 22 - ISSN 18524125

 

 

Juana Azurduy de Padilla, nació en Chuquisaca en el año 1780  y falleció en Jujuy en 1860

Heroína de la independencia del Alto Perú (actual Bolivia). Descendiente de una familia mestiza, quedó huérfana en edad muy temprana. Pasó los primeros años de su vida en un convento de monjas de su provincia natal, la cual fue sede de la Real Audiencia de Charcas.

 En 1802 contrajo matrimonio con Manuel Ascencio Padilla, con quien tendría cinco hijos. Tras el estallido de la revolución independentista el 25 de mayo de 1809, Juana y su marido se unieron a los ejércitos populares, creados tras la destitución del virrey y al producirse el nombramiento de Juan Antonio Álvarez como gobernador del territorio. El caso de Juana no fue una excepción; muchas mujeres se incorporaban a la lucha en estos años.

 Juana colaboró activamente con su marido para organizar el escuadrón que sería conocido como Los Leales, el cual debía unirse a las tropas enviadas desde Buenos Aires para liberar el Alto Perú. Durante el primer año de lucha, Juana se vio obligada a abandonar a sus hijos y entró en combate en numerosas ocasiones, ya que la reacción realista desde Perú no se hizo esperar. La Audiencia de Charcas quedó dividida en dos zonas, una controlada por la guerrilla y otra por los ejércitos leales al rey de España.

 En 1810 se incorporó al ejército libertador de Manuel Belgrano, que quedó muy impresionado por el valor en combate de Juana; en reconocimiento a su labor, Belgrano llegó a entregarle su propia espada. Juana y su esposo participaron en la defensa de Tarabuco, La Laguna y Pomabamba.

Mención especial merece la intervención de Juana en la región de Villar, en el verano de 1816. Su marido tuvo que partir hacia la zona del Chaco y dejó a cargo de su esposa esa región estratégica, conocida también en la época como Hacienda de Villar. Dicha zona fue objeto de los ataques realistas, pero Juana organizó la defensa del territorio y, en una audaz incursión, arrebató ella misma la bandera del regimiento al jefe de las fuerzas enemigas y dirigió la ocupación del Cerro de la Plata. Por esta acción y con los informes favorables de Belgrano, el gobierno de Buenos Aires, en agosto de 1816, decidió otorgar a Juana Azurduy el rango de teniente coronel de las milicias, las cuales eran la base del ejército independentista de la región.

 Tras hacerse cargo el general José de San Martín de los ejércitos que pretendían liberar Perú, la estrategia de la guerra cambió. San Martín quería atacar Lima a través del Pacífico, por lo que era necesario, para poder desarrollar su estrategia, la liberación completa de Chile. Esta decisión dejó a la guerrilla del Alto Perú en condiciones muy precarias; Juana y su marido vivieron momentos extremadamente críticos, tanto que sus cuatro hijos mayores murieron de hambre.

Poco tiempo después Juana, que esperaba a su quinto hijo, quedó viuda tras la muerte de su marido en la batalla de Villar (14 de septiembre de 1816). El cuerpo de su marido fue colgado por los realistas en el pueblo de la Laguna, y Juana se halló en una situación desesperada: sola, embarazada y con los ejércitos realistas controlando eficazmente el territorio. Tras dar a luz a una niña, se unió a la guerrilla de Martín Miguel Gümes, que operaba en el norte del Alto Perú. A la muerte de este caudillo se disolvió la guerrilla del norte, y Juana se vio obligada a malvivir en la región de Salta.

Tras la proclamación de la independencia de Bolivia en 1825, Juana intentó en numerosas ocasiones que el gobierno de la nueva nación le devolviera sus bienes para poder regresar a su ciudad natal, pero a pesar de su prestigio no consiguió una respuesta favorable de los dirigentes políticos. Murió en la provincia argentina Jujuy a los ochenta años de edad, en la más completa miseria: su funeral costó un peso y fue enterrada en una fosa común. Sólo póstumamente se le reconocerían el valor y los servicios prestados al país.

(fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/azurduy.htm)

 

MAYO EN SANTIAGO DEL ESTERO: REVOLUCIÓN, GUERRA Y DEMÁS…

Claves para comprender la Historia - Horizonte bicentenario Mayo 2010 Julio 2016 - Año Vº N° 22 – Mayo de 2013 - ISSN: 1852-4125 -


María Cecilia Rossi

 

Estamos tan acostumbrados a pensar la revolución como rioplatense que olvidamos que el Virreinato del Río de la Plata era un territorio organizado en torno a una cantidad de ciudades importantes, entre ellas la nuestra, y los territorios que las rodeaban. Y aquí, en Santiago del Estero, se desarrolla una de las historias a mi juicio más interesantes de todo el proceso revolucionario.
Y realizo tal afirmación porque estoy convencida de que si había una ciudad en el territorio virreinal que conservara casi devocionalmente los patrones culturales españoles propios de la colonia, esa ciudad era Santiago del Estero. Pequeña, chata, con predominancia de los colores tierra y abrazada por el sol y los vientos, con un río que cuando crecía se llevaba todo, y con un salitre que corroía lo que el río dejaba, tenía un poderoso grupo español que dominaba, en gobiernos prácticamente de familia, la institución colonial por excelencia: el Cabildo. Y también ocupaban el resto de las funciones públicas. Personajes de antigua prosapia, ligados a las encomiendas y a los feudos, perfiles en los que se unía el grado militar con el carácter de terratenientes, disfrutaban de todos los privilegios, mientras que para el resto del pueblo la conducta a seguir era la sumisión lisa y llana y una constante servidumbre.
Poco después llegaron a Santiago las noticias de Salta en donde habían comenzado a germinar las ideas separatistas. Y en esas idas y venidas, el revolucionario salteño José Moldes pasó por Santiago del Estero y conversó largamente con Borges quien, operando en la práctica el cambio profundo que ya se había producido en sus ideas, será en adelante un caudillo revolucionario que empeñará honor, fama y fortuna en la causa de la emancipación, nadie dudará que fuera el nervio vivo de mayo de Santiago y fue quien preparó el ambiente contra el Absolutismo y a favor de las ideas emancipadoras.
El año de 1810 estaba azotando a Santiago del Estero con una fuertísima sequía y el Cabildo elegía sus autoridades: Domingo de Palacio era el Alcalde de 1er. Voto; José Manuel de Achával Alcalde de 2° Voto; Santiago de Palacio Regidor Alférez Real; Francisco Solano de Paz como Defensor de Menores y Podres; Pedro José Lami Regidor Llano; Pedro Ignacio de Urrejola Síndico Procurador General; Germán Lugones y Antonio Guerra como Alcaldes de la Santa Hermandad . Gobernaba José Severo de Isasmendi.

El reportero de la historia

 

 

Claves para comprender la Historia - Horizonte Bicebtenario 2010-2016 - Año 5 - Nº 22 - Mayo de ISSN 2013 - 1852-4125

 

Marc Ferro: "El cine es una contrahistoria de la historia oficial" (*)

 

Entrevista El autor de "La Gran Guerra" analiza el nexo entre la historia y la imagen audiovisual

Por Evelyn Erlij

 

Así lo afirma este reconocido historiador francés -uno de los más importantes a nivel mundial- en esta entrevista y en sus ensayos sobre el valor del cine como fuente histórica, tesis polémica entre sus colegas que defienden la objetividad de la historia y la fidelidad del documento escrito. En Chile su último libro, "El cine, una visión de la historia", se agotó en pocos días. 

Jean-Luc Godard todavía no terminaba su libro "Historia(s) del cine", pero aun así tenía interés en mostrar sus páginas al historiador François Furet, célebre por sus investigaciones sobre la revolución francesa. Aprovechando el entusiasmo del cineasta, la revista francesa "Cahiers du cinéma" organizó una reunión entre ambos en 1997 con el fin de crear un debate en varias sesiones a partir del texto de Godard, en el que pretendía probar que, como realizador, también debía ser considerado un historiador del siglo XX. "El cine tiene un poder de evocación que jamás tendrá ningún historiador. Pero, precisamente, esto me asusta un poco", reconoció el académico francés en el primer y último encuentro. "Me lo han reprochado: «Furet hizo de la revolución francesa un objeto frío». Eso es necesario, creo yo, para entender la historia", agregó. El autor de "La pasión revolucionaria" moriría semanas después, dejando su diálogo con Godard inconcluso.

Esa conversación, no obstante, es uno de los testimonios más valiosos que permiten comprender el rechazo de buena parte de los historiadores hacia al cine documental y de ficción como documento histórico, no sólo por su subjetividad, sino que también por su carácter de ilusión gracias al montaje, que permite la manipulación espacio-temporal de la realidad. Pero no se trata de una opinión generalizada. En medio de las críticas, se alzó la voz del reconocido historiador francés Marc Ferro (1924), discípulo de Fernand Braudel y representante de la escuela historiográfica de los Annales, quien desde los años 70 en adelante comenzó a plantear el valor del cine en el estudio de la historia, no sin generar polémica entre sus colegas por sus ideas.

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