Día de la Bandera

María Cecilia Rossi

El pueblo de Santiago del Estero rinde homenaje en éste 20 de junio, a la memoria de uno de los hombres más grandes que por siempre tendrá la patria, Manuel Belgrano, y celebramos la creación de la bandera nacional, el legado simbólico que nos identifica a los argentinos como nación.

Si Manuel Belgrano parece inmovilizado en el bronce, es porque la historia se encargó de construir al prócer y, al mismo tiempo de alejar al hombre. Por eso importa volver la mirada sobre algunos modos, sobre algunos gestos, conductas o pensamientos que han sido infrecuentes en nuestra historia y por lo mismo lo convierten en uno de los escasos ejemplos que merecen ser imitados.

Su vida estuvo ligada al destino de la Nación como abogado y como hombre amante de la paz y de los libros, pero supo aceptar misiones militares complejas apoyándose en una serie de virtudes que le permitieron sobreponerse a las derrotas que le tocó vivir. Era un hombre sereno, valiente, de inquebrantable lealtad y fortaleza de espíritu, que amó a la patria con abnegación, le dedicó por entero su vida y sacrificó por ella la tranquilidad y los escasos bienes que poseía. Murió pobre luchando por la liberación de nuestra tierra y empeñado en construir una nación más justa y libre.

Belgrano vivió en una época en que se estaba gestando una nueva nación y cargó en la bandera, como símbolo socialmente acordado de patriotismo, a una cantidad de valores que a lo largo de la historia tuvieron distintas interpretaciones. Lo cierto es que la bandera y los valores que encarna, la libertad, la nación, la patria, el desinterés, el despojo personal en pos del “nosotros”, forman parte de una gesta que comenzó en 1812 pero que continúa y se resignifica constantemente.

Si bien la historia no se repite y sólo podemos mirarla desde el presente, nosotros, igual que Belgrano, vivimos tiempos de transformaciones y estamos empeñados en que otra sociedad sea posible. Este presente globalizado, donde los bloques económicos separan a las naciones, en el que parecen eclipsarse los Estados Nacionales, con profundas desigualdades sociales e intereses contrapuestos y en el que la bandera pareciera haber perdido su eficacia como generadora de lazos invisibles, éste presente resulta tan complejo para nosotros como los tiempos por los que transitó el hacedor de los símbolos nacionales. Pero como él, debemos tener claro que sólo reestableciendo aquellos vínculos que estrechan y hermanan, seremos capaces de consolidar la gesta belgraniana, buscando en el otro al hermano y no al enemigo, esforzándonos por trascender el momento, bregando por la unidad y generando un ambiente propicio que deje de lado las mezquindades y las conveniencias personales.

Y si todo esto no fuera suficiente recordemos las expresiones de Francisco Luis Bermúdez: “si alguna vez nos dividimos, quiera el señor que levantemos la mirada y contemplemos en el cielo celeste y blanco a la bandera a la patria. En su virtud encontraremos aquella fuerza que una vez nos hizo falta”.

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