La Revolución de Mayo en Santiago del Estero en la visión de Alfredo Gargaro

Claves para comprender la historia - Horizonte bicentenario 2010-2016 - Año 2 - N°8 - Mayo de 2010 - ISSN: 1852-4125

 


 

Gargaro, Alfredo (1941) Santiago del Estero 1810-1862, Tirada aparte del tomo IX de la Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad

 (Fragmento. Capítulo 1. pp. 6-10)

Antiguo cabildo de Santiago del Estero… “En 1810, Santiago del Estero ya no era la capital política y religiosa del Tucumán de la conquista: había quedado, con el andar del tiempo, reducida a un pobre villorio con una escasa población de 4000 a 5000 almas, adormecida a la margen derecha del anchuroso Dulce, donde la fundara Francisco de Aguirre en diciembre de 1553, con su caserío carcomido por el salitre y su alma afiebrada por el intenso calor que la mantenía en el letargo.

Madre de pueblos argentinos, vivía en su propia suerte, en una quietud interrumpida de cuando en cuando por pequeñas rencillas lugareñas en lo social, y eh lo político-económico, sólo conmovida por la renovación de sus tenientes gobernadores y cabildantes, con alguno que otro impuesto que apretaban a su vida económica exhausta y enferma. De este modo, Santiago del Estero vivía su propia existencia, deparada más que todo por su medio geográfico que le determinaba un aislamiento de miseria, medio que se adueñara de la voluntad de sus pobladores, reteniendo por lógica consecuencia, todo progreso evolutivo, abriendo en cambio, campo propicio al sometimiento y tiranía.

Por eso la uniformidad era la marcha de su ´pueblo, como espejo de la propia naturaleza, sin que jamás los sobresaltos de la inquietud, anidaran en ella principios renovativos que acentuaran un adelanto.

De pueblo fuerte y grande en la época de la conquista, cuya acción abarca la mayor parte de la historia del país, pasó a ser en el curso de la colonia, un centro sin importancia, envuelto en el polvo de sus tierras y la grandeza de sus selvas seculares, como vencido por la fuerza del medio, sin que el impulso humano determinara modificación alguna.

Tal era el estado político-social de Santiago del Estero, en los instantes en que se producen en el Virreinato del Río de la Plata los acontecimientos de la semana de Mayo en Buenos Aires, resultantes de la imposición napoleónica en España.

¿De qué modo había recibido la revolución Santiago del Estero?

El movimiento emancipador no tomaba desprevenido a su pueblo, al igual que al resto del Virreinato.

El sentimiento de una independencia flotaba en el ambiente a influjo de los nuevos principios, primeramente por la libertad de los Estados Unidos de Norte América, y más tarde por la revolución francesa.

La vida de aislamiento impuesta por España a sus colonias americanas con el solo tratamiento de ella, como sistema de una política absorbente, tenía que traer quiérase o no, una resistencia paulatina que únicamente el tiempo con sus hechos serían capaces de determinar nuevos rumbos a la marcha.

La centralización administrativa, con su dependencia política absoluta, no tenía fuerzas suficientes de persistencia frente al empuje externo que luchaba por abrirse camino, y penetrar en la conciencia de los pueblos afectados por el mantenimiento de un absolutismo deprimente, que retenía la evolución económica hacia la grandeza que el progreso social reclamaba.

La independencia de los pueblos que componían el vasto dominio español en América era, pues, una cuestión resuelta por la misma economía biológica que no podía ser retenida  por la voluntad humana.

Apresada la vida española por la fuerza napoleónica, las colonias, que no habían tenido ningún aprendizaje de gobierno por sí mismas, tratan de sobreponerse a los hechos, buscando uniformar criterio para sobrellevar la carga de la desgracia que padecía la madre patria, y en ese esfuerzo el pensamiento de una independencia, cobra forma y se manifiesta abiertamente como9 aspiración popular ya arraigada en el alma de los nativos.

Santiago del Estero era, en 1810, una dependencia de la Intendencia de Salta, a la que pertenecía política y administrativamente desde 1782, y al llegar la noticia de la revolución de mayo al Cabildo, éste no podía obrar por sí mismo, debía esperar la resolución del superior que determinaba su propia conducta. Dicha actitud no implicaba en modo alguno resistencia del Cabildo a la causa que se levantaba con determinación de vida propia; el orden jerárquico a que se encontraba sometido desde varios siglos, pesaba enormemente sobre la voluntad de los hombres que ostentaban la autoridad de la provincia, no permitiendo presumir en manera alguna que dicha actitud fuera contraria a los intereses y sentimientos del movimiento emancipador operado en Buenos Aires.

El 10 de junio de 1810 llegaron por el correo ordinario, dos oficios de la capital, uno del Cabildo y otro de la Junta provisional gubernativa, en los que se relataban los sucesos ocurridos en  Buenos Aires frente a los hechos de España, solicitándose al mismo tiempo el reconocimiento de la nueva autoridad constituida, y el envío inmediato de un diputado que debía incorporarse a la Junta.

En ausencia de los capitulares de la ciudad, el alcalde don Domingo de Palacio, como primera providencia, asienta en los libros capitulares ambas comunicaciones con la constancia de los vecinos José de Olaechea y Melchor Miguel Costas, y cita a los cabildantes ausentes, medidas que fueron comunicadas a la Junta el 13 de ese mes, de acuerdo a la siguiente nota inédita:

“Por hallarse ausentes los individuos de este Ayuntamiento con motivos del Real servicio, utilidad pública y licencia de superiores, acuso a V.E. el recibo de su oficio de veintisiete de Mayo próximo pasado como Presidente primero y único Vocal del Cabildo por ahora. Convocaré con mayor brevedad, y presentaré en acuerdo todos los antecedentes. Dios Guarde a V.E. M.s A.s – Sala Capitular de Santiago del Estero y Junio 13 de 1810 – Domingo de Palacio”.

El 25 de julio, reúnese el Cabildo con asistencia de domingo de Palacio, José Manuel de Achával, Francisco Solano de Paz, y Pedro José Lami, resolviendo no tomar por el momento medida alguna sobre los acontecimientos de buenos Aires,  hasta tanto tener la resolución de la superioridad inmediata de Salta, a la que se dirigió con ese fin. Resuelto de parte del Cabildo de Salta el acatamiento a la Junta de buenos Aires, reúnese nuevamente el Cabildo, el 29 de junio, y sin observación, en completa armonía y unanimidad se pronuncia por la revolución de mayo, estableciendo a la vez formar lista de vecinos al día siguiente para el nombramiento del diputado que se pedía. Estas medidas son comunicadas a la Junta en la misma fecha, según la nota inédita siguiente:

Excelentísimo Señor:- Aunque este Ayuntamiento había prestado en su corazón todo obedecimiento a esa Superior Junta Gubernativa apenas llegaron a sus manos los papeles públicos que la legitiman, suspendió el hacerlo en acuerdo hasta las resultas del Gobierno Intendencia del distrito, deseando guardar el Orden establecido por esa Capital con fecha 20 de junio que espira  nos previene la religiosa conduct6a de Salta en obedecer sin discutir, y en el mismo día su recibo ha reconocido y obedecido este Cabildo solemnemente las altas facultades y superioridades de V.E. con protesta de pasar inmediatamente a hacer la elección de Diputado. Para el transporte y sostén de este en esa Capital con toda la decencia que exige su representación es indispensable que V.E. faculte al Cabildo para tomar los arbitrios que se midieron para la contribución patriótica u otros que se ofrezcan no habiendo de sostenerse del Real Patrimonio pues solo por este embarazo no será de los primeros que se presentan en esa el Diputado de esta Ciudad.- Dios guarde a V.E. muchos años. Sala Capitular de Santiago y Junio 29 de 110ñ.- Domingo de Palacio- Josef Manuel Achával- Francisco Solano de Paz- Pedro José Lami”.

Practicada la elección de diputado el 2 de julio, en la que salió electo sobre un total de 30 vecinos presentes, el bachiller Juan José Lami por 23 votos, siendo inmediatamente impugnada por el capitán Juan Francisco Borges durante el desarrollo del acto, por no haberse incluido en la lista al vicario, lugarteniente y muchos vecinos principales. Esta elección fue comunicada a la Junta por intermedio del Cabildo el 9 de julio, haciéndolo al día siguiente Lami. Por su parte, el capitán Borges envió a la Junta su primera y extensa correspondencia, el 15 de julio, un tanto exaltada en su contenido sin revelar la fidelidad de los hechos que se produjeron en el pueblo a raíz del conocimiento que se tuvo de los sucesos de Buenos Aires, llegando a decir que los cabildantes habían expresado que la revolución no era más que “una borrachera de cuatro tunantes que salían de un café y alborotaron el pueblo para su ruina”. Dicha exclamación no era más que la resultante de su temperamento díscolo, enconado con los hombres del Cabildo9 con quienes ya había tenido en 1808, a su regreso al pueblo, su primer pelito personal, resuelto bajo apercibimiento a su favor por la autoridad real, en enero de 1810, por la negativa de presentar sus papeles en que constaban de pertenecer a la Orden de Caballero Cruzado del Hábito de Santiago.

La Junta, atenta a la reclamación de Borges, solicita copia del acta que es enviada el 18 de agosto, y en presencia del testimonio, aprueba la elección el 31 de ese mes. Pero Mariano Moreno, en desacuerdo con esta resolución de la Junta y por cuenta propia, provee la carta de Borges el 22 de septiembre, haciendo pasar la misma al Intendente de Salta para que tome informe reservadamente, lo que así se hace con fecha 15 de noviembre, expresando:

“A el Cabildo abierto en que se nombró Diputado de Santiago del Estero, no concurrió ningún individuo del Clero, ni muchos vecinos que se hallaban en sus haciendas de campo, y pudieron ser citados. Así lo afirman personas fidedignas con quienes he hablado sobre el particular, y a mi tránsito por dicha ciudad oí decir que el Diputado nombrado no es de los más adicto al presente sistema de gobierno”.

(continuará)

 

 

 

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