LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD ÉTNICA DE LOS “PAMPA-SERRANOS” DE LA PORCIÓN CENTRAL DE TANDILIA: UN CASO DE ETNOGÉNESIS

Carla Dátola

UNICEN – IEHS – marzo de 2016

 

Introducción

El problema de la identidad indígena ha sido analizado y abordado, intentando superar las contingencias producto de factores lingüísticos, a la lectura e interpretación de las fuentes (considerando la visión parcial o sesgada de los actores coloniales e independentistas) en torno al período a analizar y en razón de la movilidad que caracterizó a estos grupos para el aprovechamiento del espacio. No obstante, resulta crucial el abordaje de la reconfiguración étnica indígena en el marco de las relaciones intraétnicas e interétnicas. La mayoría de los estudios hacen hincapié en el siglo XIX, siendo aun necesario profundizar en las transformaciones que acontecieron en el siglo XVIII. En relación a ello, Irianni[1] admite que los indios pampeanos se muestran en el escenario fronterizo como un conjunto de parcialidades atomizadas más o menos amistosas entre sí y para con la sociedad hispanocriolla conformando un tamiz étnico aún por descifrar.

En función de ello, el siguiente artículo tiene por objetivo analizar una cuestión central, la conformación de la identidad pampa – serrana. Para ello tendremos en cuenta, dos factores o variables: por un lado, la incidencia de los dispositivos de dominación colonial y por otro lado, el alcance de las relaciones interétnicas[2] como mecanismo dinamizador de las mutaciones y resignificaciones de la identidad étnica. En razón de este tipo de interacciones se retoman los aportes de Boccara[3] en torno a los procesos de etnogénesis que operan sobre la identidad étnica a partir del contacto e interacción en forma frecuente con otras parcialidades o centros y/o agentes hispano-criollos. Es válido aclarar que esta propuesta retoma los aportes de Mazzanti [4] quien ya  ha demostrado en su tesis doctoral, la aplicabilidad de la propuesta de este autor en razón de las relaciones interétnicas que se despliegan y desarrollan en la porción oriental del sistema Tandilia.

Conforme a ello, se procederá a dar respuesta a una serie de interrogantes, tales como ¿Quiénes son los “pampa-serranos”? ¿Qué rol juega la territorialidad en la definición identitaria? ¿Es posible hablar de una identidad impuesta a través de la dominación hispano-criolla? ¿Qué rol jugaron las relaciones inter-étnicas entabladas por los pampa-serranos con las parcialidades araucanas y tehuelches? ¿Por qué la identidad “serrano-pampa” puede ser concebida como una construcción histórica sujeta a procesos de etnogénesis?

Se recurrirá a los aportes de la antropología política y la etnohistoria. Éstos serán contrastados y discutidos  a la luz de los acuerdos del Cabildo,  testimonios de viajeros, misioneros y otros agentes hispano-criollos (refugiados y cautivos) a fin de reconstruir y efectuar una lectura crítica de las percepciones de la época desde la mirada del blanco en torno al indígena.

 

Serranos, ser o no ser, esa era una cuestión

En primer lugar, tanto la denominación “pampa” como “serrano” remiten a los lugares  frecuentados por los nativos, en este caso hace alusión a los llanos y serranías que componen la denominada región pampeana. Es necesario destacar que constituyen sociedades cazadoras-recolectoras que interactúan a través de alianzas e intercambios comerciales, con las parcialidades tehuelches y araucanas. En palabras de Palermo, “(…) el hecho es que el contacto transcordillerano era intenso en el siglo XVI: en 1582 Garay encontró que los indígenas de Cabo Corrientes (actual provincia de Buenos Aires) tenían en su poder objetos hechos por los araucanos de Chile (…)”[5].

Los pampa-serranos que frecuentaron el sistema Tandilia protagonizaban desde larga data, una serie de cambios y transformaciones internas que les permitieron, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, convertirse en pastores especializados a través de una lógica operativa tanto doméstica como comercial que ha sido analizada intensamente por Mandrini[6]. Respecto a ello, Mazzanti[7] sostiene que la experiencia adquirida durante tantos milenios, posteriormente sirvió para la construcción de alianzas inter-tribales y el aprovechamiento de la abundancia de animales en el espacio serrano, orientado a la caza especializada en guanaco y venado. A su vez, facilitó la reutilización de campamentos base, el uso de nuevas armas de caza, como por ejemplo las puntas de proyectil sin pedúnculo y la producción cerámica destinada al intercambio con otras sociedades indígenas. Según Ortelli[8], estos cambios se vieron potenciados por la  introducción del ganador caballar y vacuno a partir de la conquista y colonización europea. Ello facilitó la formación de un espacio interétnico, con un nueva lógica de reproducción material y propiciando el desarrollo de relaciones sociales fronterizas.

Es posible identificar diversos matices entre los aportes realizados en las últimas décadas en torno a la identificación y la definición étnica de las parcialidades indígenas. Por un lado, Campetella[9] sostiene que hacia la tercera década del siglo XVII  es posible hallar una distinción entre la nación pampa con respecto a la serrana. La primera remite a la población indígena sometida o “doméstica” integrada a las encomiendas y reducciones bonaerenses. Aunque también remite a aquellos que vivían dispersos en las llanuras sin un asiento estable aunque concurriendo a las estancias en forma asidua para conchabarse. Mientras que la segunda hace referencia a una nación indígena no sometida, que habita las sierras del sur y que se aproximan a las Pampas cercanas a  Buenos Aires como una amenaza potencial respecto a los hispano-criollos, haciendas e indios reducidos. Sin embargo, expresa la autora, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, se diluyen gradualmente las diferencias entre pampas domésticos o cercanos y serranos, ya que algunos de estos últimos se integraron a las encomiendas y en otros casos los pampas reducidos se retiraban y se unían a los serranos no sometidos:

 “(….) los muchos indios cristianos {que} faltan a su obligación huyendo como se ha experimentado de la doctrina… y aunque  se les ha puesto en reducción para el efecto la han dejado y siguen el barbarismo de los demás con quienes cometen dichos delitos”.[10]

Ferrer y Pedrotta[11] reconocen,  al igual que Campetella, que la belicosidad se había convertido en un rasgo distintivo de los serranos y que lograban aunar la voluntad de algunos pampas y azotar los poblados fronterizos.  A su vez, concuerdan con la autora en cuanto a la sujeción de los pampas a las encomiendas bonaerenses y agregan que una parte de ellos se transformaron en trabajadores rurales y algunos tuvieron acceso libre a los pueblos para poder comerciar aunque esto generó la reacción de la autoridades coloniales, tal es el caso del gobernador de Buenos Aires, Alonso Mercado Villacorta. Sin embargo, ellos postulan que un siglo  después, a través del informe de Francisco Millau, es posible hallar diferencias entre ambas naciones, por un lado los serranos asentados en el sistema Tandilia y por otro lado los pampas que evidencian una movilidad permanente:

“Los términos de esta dilatada jurisdicción por la parte del  mar, costas y de la marina, y confines de la gran cordillera  de Chile, y provincia del Tucumán, han sido siempre habitados de un numeroso gentío de indios Serranos y Pampas, bárbaros en el modo de vivir en los campos sin población, ni sitio fijo, y en la costumbre fiera de sustentarse solamente de la abundancia de carnes de ganados que multiplican estos distritos…. han sido siempre dificultosos de reducir”[12] 

Cuando la identidad se construye haciendo camino

Resulta complejo determinar la procedencia de las parcialidades pampa-serranas, es necesario ampliar el abanico de posibilidades e incorporar algunas variables de análisis. La identidad étnica está atravesada por la territorialidad puesto que el espacio frecuentado por una nación indígena, no se reduce a su explotación económica, sino que también remite a su acción política pero por sobre todo, es considerado un recinto sagrado, de modo tal que la primera se afianza a través de ceremonias, rituales que conectan a la nación indígena con la naturaleza, con lo divino. La reproducción material  debe ser entendida a través de desplazamientos programados, de un estilo de vida alternativo que combina el nomadismo con la instalación de campamentos en puntos estratégicos del área Pan-araucana[13] para un manejo efectivo de los recursos acorde a las estaciones del año y en consonancia con las negociaciones y alianzas multiétnicas:

 “(…) y se caminará por el camino abierto que hay de las carretas, que es el que trajinan los de Buenos Aires a la sierra del Tandil. Hay de esta sierra en adelante indios que llaman Pampas: es un gentío que corre todas las campañas, los cuales suelen hacer algunas hostilidades en las gentes que salen a los campos a vaquear, y hacer faenas de sebo y grasa.”[14]

Para Nacuzzi[15] es posible reconocer distintos tipos de asentamientos para el caso de los tehuelches que frecuentan el sur y suroeste bonaerense: campamentos base, donde permanecían mujeres y niños mientras los hombres se dedican a la caza y al comercio; asentamientos funcionales al desarrollo de la caza establecidos en zonas ricas de recursos y su instalación se extendía por tres o cuatro días;  asentamientos transitorios destinados para los momentos en que se desarrollan viajes de larga distancia por ejemplo cuando se realizaban partidas comerciales; y tolderías agrupadas que solían pertenecer a individuos de un mismo grupo étnico o que reunían a diversas  etnias con el objetivo de comerciar y concretar alianzas. 

De esta manera, es posible determinar que existen estrategias en materia de recursos y programaciones de los momentos del año en que se ejecutan los desplazamientos:

(…) “cuando el cacique ve que están escasos de carne, al ponerse el sol, y en la misma forma que para las marchas, les dice, recojan los caballos a la hora que señala para el día siguiente, lo que ejecutan sin falta (…) Van con ellos algunas mujeres para cargar la caza (…) los toldos quedan armados y en ellos las restantes mujeres, muchachos e impedidos.”[16] “Los Serranos tienen sus paradas y habitaciones principales en unos corrales que hacen de piedras en la primera sierra del Tandil y Volcán, que dista ochenta leguas de Buenos Aires, y a la que se viene por tres caminos en seis u ocho días a caballos. Los caminos (…) sólo se determinan por los parajes conocidos, en que se encuentra la mejor proporción de agua y leña para la distribución de las jornadas (…)”.[17]

Para los agentes coloniales era imperioso clasificar a los grupos étnicos e identificar aquellos espacios que frecuentaban en los cuales asientan sus tolderías para así lograr reducirlos y subsumirlos. No obstante, en los informes o relatos elaborados por viajeros, misioneros o funcionarios coloniales emergen visiones sesgadas o parciales que  impiden apreciar el modus operandi de las parcialidades indígenas. Estos prejuicios incluso perviven en los primeros estudios de la Etnohistoria del siglo XX, por falta de una lectura crítica de las fuentes: [18]

(…) “Serranos y Pampas, bárbaros en el modo de vivir en los campos sin población, ni sitio fijo, y en la costumbre fiera de sustentarse solamente de la abundancia de carnes de ganado que multiplican estos distritos… han sido siempre dificultosos de reducir y rebeldes al conocimiento de nuestra Santa Fe… (…) buscaban sólo en armas, yerba, tabaco, vino y otros géneros semejantes mas su comodidad que ningún reconocimiento ni útil de los españoles por cuyas estancias se dividían, resultando los excesos de hurtos de caballadas, yeguas, y semejantes cosas de su conveniencia”.[19]

Puente y Bonnat[20] destacan  que la planificación de los movimientos en determinadas épocas del año no se reducía solamente a la actividad comercial sino también a reforzar o crear nuevos lazos interétnicos a partir del intercambio de experiencias, historias e información de toda clase. En relación a estos encuentros, señalan los autores, se habrían realizado en el marco de festividades a partir de las cuales se ritualizaban y afianzaban las relaciones entre los distintos grupos dando lugar a la construcción de una identidad en común.  Así es posible sostener que las relaciones interétnicas entre diversos grupos habrían sido esenciales en el desarrollo de los procesos de etnogénesis que atravesaron las parcialidades pampas serranas que solían vincularse con el linaje de los Bravos y araucanos en el espacio valliserrano:

(…) “Bien servido, y rico á modo el Cacique Bravo, se despidio de los Misioneros, al parecer contento y satisfecho, peró sin voluntad de admitir en sus tierras a los Misioneros. La comitiva del Barbaro se componía de 500 hombres, (…)  no todos eran sus vasallos, (…) venían con el otros Caciques sus Aliados, (…)  había uno de Nación Auca (…). Esta tropa de Infieles sento sus reales, ó Toldos en un lugar, que se dice Tandil, por un cerro de este nombre, que allí se halla.”[21]    

En relación a la territorialidad Nacuzzi[22] propone que los tehuelches se caracterizan por una economía  cazadora, sujeta a un régimen nómade con movimientos programados acorde a la utilización de recursos y la concreción de alianzas, que habitaban la Patagonia continental extra-andina.  De modo tal que la cacería y el nomadismo deben ser analizados de forma interdependiente. Por su parte, Irianni[23] expresa que la ocupación del territorio por parte de los euro-criollos acompañada de la reducción y traslado forzoso de las parcialidades étnicas alteró la relación ancestral y simbiótica entablada por los nativos con el espacio de modo tal que ello condujo a  mutaciones y pérdida gradual de la identidad indígena.

Ante las aspiraciones coloniales de controlar en forma efectiva el espacio rioplatense, surgió la necesidad de ampliar los conocimientos de los diferentes espacios geográficos y sobre todo, de los habitantes de aquellas tierras. El desarrollo ganadero rioplatense comenzó a cobrar gran importancia, sobre todo a partir del siglo XVIII y para la corona española y las autoridades coloniales resultó indispensable no sólo acaparar  tierras y controlar el ganado, sino también garantizar el acceso a las Salinas para así obtener sal para la conservación de la carne:

 “(…) sobre el memorial presentado por el comandante de las Salinas y conferido por largo espacio de tmpo. Dixeron para tomar la resoluz. on combeniente al despacho de las salinas, es precisamente necesario saver y ante todas Cosas q. porcion de Carretas ay prontas para dha. salida porq. sin esta Certidumbre qualesqra disposiciones serán ynutiles mayormente hallándose al presente tan escasa de medios la Ziudad  (…)”[24] .             

Como bien señala Aranguren[25], el paisaje representa la objetivación  de las prácticas sociales, tanto de carácter material como simbólico.  Para el siglo XVIII, la dominación colonial ejecutada por misioneros, militares, guardias de frontera, funcionarios del Cabildo, etc. tuvo por objetivo identificar a las parcialidades a fin de reconocer a los sujetos con quienes en ocasiones se enfrentan violentamente  y en otros momentos se negocia a través de regalos, misiones, parlamentos, dialogando con los caciques y designando alguno de ellos como principal o cacique mayor.  El  linaje de los caciques Bravos (tehuelches) se presenta para la primera mitad del siglo XVIII y primeras décadas de la segunda,  como un caso representativo en cuanto a la designación de estos líderes étnicos como caciques principales con capacidad guerrera y habilidades para la negociación política que les permitió imponerse  sobre líderes locales y regionales. Para aquel entonces, los tehuelches lograron ampliar su radio de acción política hasta las tierras del sur bonaerense[26]: 

“Entre los indios que están establecidos sobre los Ríos Colorado y de los Sauces, los más conocidos y que se dejan también ver en las vecindades de Buenos Aires, son los Tehuelches. (…) comunican de unos en otros con los que habitan en la Cordillera de Chile y en su falda oriental y se llaman Aucaes, Puelches, Peguenches y otros varios (….) Suelen los más cercanos a Buenos Aires, para rechazar más bien a sus contrarios o retirar de ellos con más seguridad y también sólo con algún fin de comercio o el pretexto de cambiar los cautivos (…) cuando se les presenta ocasión oportuna de robar y de continuar sus hostilidades.”[27]  

 

Identidades impuestas: cuando el reconocimientos de “los otros” se vuelve un dilema  

En cuanto a las contingencias que atravesaron los hispanocriollos para identificar a las naciones indígenas, Nacuzzi[28] señala que en los documentos de la época emergen rótulos que han sido creados o impuestos por los españoles a fin de distinguir e identificar a las sociedades indígenas. En suma, los rótulos “aucas”, “pampas”, “tiquelchus o teguelchus”, no siempre remitieron a los mismos grupos ni a las mismas ubicaciones regionales. Solían ser utilizados por distintos puntos de emplazamiento español para intentar designar a grupos diferentes que manifestaban tener en común su pertenencia a la frontera en cada caso correspondiente.  

Al respecto destaca Campetella[29] que la fusión de denominaciones pampa- serrana se hace notoria a través del testimonio de las autoridades coloniales a la hora de tratar de identificarlos. Aunque en otras ocasiones es posible hallar en estos escritos un uso indistinto entre ambos rótulos. Tal es el caso del gobernador Alonso de Mercado y Villacorta:

“Los términos de esta dilatada jurisdicción por la parte del sur, costas de la marina, y confines de la Gran Cordillera de Chile, y provincia del Tucumán han sido siempre habitados de numeroso gentío de indios. Serranos y Pampas, bárbaros en el modo de vivir en los campos sin población, ni sitio fijo”[30] .

Por lo tanto, la injerencia de los actores coloniales sobre todo a partir de la construcción de una mirada respecto al otro,  opera en forma significativa en la definición de la identidad de las parcialidades que frecuentan las tierras del sur bonaerense.  Las transformaciones internas que atañen a los grupos étnicos se aceleran a partir del contacto con el mundo blanco. Esto permite comprobar por qué resulta determinante la incidencia de la construcción de lazos multiétnicos a la hora de intentar construir explicaciones en torno a la identidad étnica.  

Bechis[31] expresa que la organización de malones y desplazamientos continuos de los grupos étnicos en consonancia con las relaciones interétnicas entabladas entre parcialidades de un lado y otro de la cordillera de los Andes es posible que surjan confusiones en torno a los indígenas serranos. Los serranos avistados en las cercanías de la ciudad de Buenos Aires  no eran los pehuenches araucanizados de  la cordillera.  Existían grupos no araucanos que también eran designados a través del mismo topónimo que solían asentarse en las sierras de Tandil y sierras de la Ventana  que mantenían lazos de parentesco con los pampas.  La autora  observa discrepancias en el lenguaje de los serranos y los pampas y que ambas lenguas persisten durante el siglo XVIII, más allá de la influencia de los tehuelches y araucanos. 

Por lo tanto, bajo el rótulo de “serranos” se esconden diversas parcialidades indígenas que presentan diferentes patrones de comportamiento y particularidades étnicas que no fueron captadas por los hispanocriollos. Las parcialidades aquí abordadas son aquellas que solían establecer sus toldos en el espacio valliserrano de Tandilia, que no sólo tuvieron contacto con el blanco sino también con diversos grupos étnicos de Nor Patagonia y Pampa:

“Lo que el otro día ha avisado a V. R. de los Aucaes armados  en el Tandil fue verdad; buen trozo de ellos pasó hacia el Saladillo; ellos buscan que robar; aquí por haber mucha gente , no se han atrevido; ha llegado uno de los Serranos, que anda  con estos Aucaes, acá, y otro Serrano cojo y ladino, también compañero o espía de dichos Aucaes, estuvo esos días en la reducción de V. R.; ese tal es el suegro de menor hijo del cacique Bravo, que ha robado a los Riojanos. Ha llegado allá también un indio del cacique Bravo, para saber que amenazas V. R. hace contra aquellos ladrones; ellos intentan de robar esta estancia de V. R. saben que hay mucho ganado; por invierno especialmente corre mucho peligro.”[32]   

La denominación “pampa” es originaria de la lengua quechua (idioma utilizado por los grupos étnicos indígenas del actual norte argentino) y significa llano.  Dicho rótulo forma parte del legado  prehispánico y permite comprobar la existencia de múltiples  vínculos interétnicos. Posteriormente, iniciado el proceso de conquista y colonización, el léxico junto con otras  manifestaciones y reproducciones inmateriales indígenas estuvieron sujetas a nuevas resignificaciones y alteraciones. Bajo esta óptica, cobra sentido la noción de “identidad impuesta“ formulada por Nacuzzi[33]. En palabras del padre Sánchez Labrador: “Llamo Nación a la de los indios Pampas; no porque lo sea distinta de las nombradas, sino por acomodarme al modo común de los Españoles, que la tiene por distinta”[34].

En diálogo con la propuesta de la autora, Irianni[35] destaca la injerencia de los eurocriollos en el proceso de asimilación de pautas culturales por parte de las sociedades indígenas. Los primeros solían recurrir a la persuasión esperando que los nativos mostrasen interés por determinadas prácticas y de esta manera vayan abandonando las que les eran propias.  Entre las estrategias que utilizaron para  lograr la conversión de los indígenas se destacan la selección de actores sociales que sirvieron como “ejemplo a ser imitado”, la inserción de los hijos de los caciques en las instituciones educativas europeas, etc.  Ello no implica una total disolución de la identidad étnica, por el contrario, tal como señala el autor, incluso para el siglo XIX, la absorción de pautas culturales por parte de los líderes étnicos se dio de tal modo que ello no pusiera en riesgo el apoyo brindado por las bases de la tribu. 

Podría decirse que existe un proceso de resignificación del léxico indígena en función de la necesidad de los funcionarios coloniales de  afianzar su dominio sobre los grupos. A su vez, señala Nacuzzi[36] que un mismo grupo étnico solía ser denominado a través de diversos rótulos dependiendo de los agentes coloniales y del período independentista que hayan interactuado con ellos, lugares  por las tribus transitados, o en función de los topónimos definidos por los especialistas abocados al análisis etnohistórico.    

 

¿Quiénes se esconden  bajo el velo de los rótulos hispanocriollos?

Ya hemos planteado la incidencia de la dominación sobre la configuración de la identidad étnica, sin embargo resulta crucial pensar si quienes se esconden bajo el topónimo de “pampas”, “tehuelches”, entre otras denominaciones, se reconocen a sí mismos como tales. Respecto a ello, Bechis destaca que en la región Pampa es posible hallar la parcialidad indígena que ella misma se reconoce como “gerakin”, siendo considerados por los araucanos como puelches (no los Puelches de Cuyo) también llamados serranos o montañeses por los españoles de Buenos Aires, pehuenches por el padre Sánchez Labrador y finalmente pampas por varios autores, aunque otros investigadores los han llamado tehuelches del norte. Por lo tanto, la noción de territorialidad indígena al igual que la identidad étnica presenta un carácter dinámico atravesado por diversas  coyunturas interétnicas[37]:

 (…) ”Son, pues, los Pampas, una junta de parcialidades de los Indios, que se reconocen en las tierras Australes”.[38] 

Por su parte señala Crivelli Montero[39]  que los tehuelches del norte se reconocían así mismos como  gununa kune, quienes manifiestan patrones lingüísticos disímiles con respecto a los tehuelches del sur autodenominados aóni kek. El radio de acción de los tehuelches habría contemplado las estepas patagónicas que se extienden entre el río Colorado y el estrecho de Magallanes. El límite entre los del norte y los del sur estaba contemplado a partir del río Chubut. Las asociaciones realizadas entre  serranos, pampas y tehuelches del norte cobran sentido si nos detenemos en las relaciones interétnicas establecidas entre las parcialidades que solían transitar el espacio valliserrano y el linaje de los  Bravos. El comercio, la negociación y la celebración de matrimonios entre estas parcialidades dieron paso a la consolidación de alianzas entre los caciques menores del suroeste bonaerense con el linaje de los Bravos, a partir de lo cual es posible entender por qué emergen asociaciones con los “pampa-serranos”.  Las contingencias que emergen a la hora de delimitar quiénes fueron y dónde habitaban ya han sido consideradas por otros autores.  Ferrer y Pedrotta[40] destacan que las fuentes del siglo XVII y primeras décadas del siglo XVIII no brindan información clara al respecto por lo cual es posible que los serranos, podrían haber sido moradores de las sierras de San Luis, Córdoba, los sistemas serranos bonaerenses y/o la cordillera andina.  De acuerdo con lo planteado por ellos, los serranos habitaban sitios más alejados  que los pampas respecto a Buenos Aires, aunque igualmente se acercaban a ella para realizar intercambios y actividades comerciales. Ellos reconocen las sierras del sistema Tandilia como asentamiento de los serranos. 

El nombre de pampas remitiría, según los autores para designar a los indígenas de la llanura y se había comenzado a emplear por el año 1600. En un comienzo se habría utilizado para referirse a los moradores primitivos de la región conocidos como Querandíes, de acuerdo a las crónicas, quienes  se habrían desaparecido en la segunda mitad del siglo XVII. Posteriormente la denominación se utilizó para cualquier parcialidad que frecuentara dicha región. 

Si bien la denominación “pampa” remite a un sentido geográfico otorgado por los españoles con fines administrativos y de sumisión,  es de origen prehispánica y pertenece a la lengua quechua, al igual que la denominación “auca”. Esta lengua  fue reconocida por las autoridades y expedicionarios desde tiempos coloniales tempranos a través de la labor de indígenas que actuaron como lenguaraces para facilitar la comunicación entre ambas sociedades. Indios de numerosas parcialidades a lo largo del territorio hispanoamericano aprendieron a hablar español, lo cual les permitió ampliar su  margen de acción y decisión frente al dominio colonial:

 “(…) y no pueden directamente vecindear los indios de dicha Reducción porque se los dan y que es cierto, público y notorio que continuamente andan en esta ciudad y tratan y contratan en ella, oyen y ven lo que pasa, y que un indio de los veinte que estaban entre la compañía pastoreando a los animales y a su amo, ladino en castellano, muchacho criado que fue del padre Matías (…)”.[41]

Para el caso de los“guunna” o “gununa kuné”,  más conocidos como tehuelches, procedían del Norte de Patagonia, asentados en las márgenes del río Colorado, próximos a los cursos del Río Negro y en territorio de la provincia homónima donde hubiese disponibilidad de aguadas interiores. La variabilidad en cuanto al rótulo bajo el cual son identificados bajo la óptica del mundo blanco es notoria: “tehuelche“ para Falkner[42], “toelche” en los escritos de Cardiel[43],  “puelches.-serranos”  bajo la óptica  de Sánchez  Labrador[44]. Este grupo étnico se reconoce así mismo a través de una denominación que deriva de su lengua nativa pero a la vez asume para sí la denominación de tehuelches o serranos en función de su interacción con los hispanocriollos. No obstante no todos los serranos deben ser considerados tehuelches. La utilización de rótulos en forma indistinta corresponde al caso de las parcialidades que frecuentan el sistema Tandilia.

Villar y Jiménez[45] expresan que las reformas borbónicas generaron complicaciones en torno al desarrollo de  las relaciones interétnicas entre grupos de un lado y otro de la cordillera, puesto que las modificaciones en el aparato de dominación colonial tendieron a superar el aislamiento de las fronteras a través del manejo compartido de la información en conjunto con la coordinación de políticas fronterizas que apuestan a la “pacificación” mediante la combinación de la persuasión y la violencia. Dentro de los márgenes de la persuasión y la negociación es posible hallar el desarrollo de las “Paces de Casuhatí” (1741-42), acordados con las autoridades de Buenos Aires. A partir de este acuerdo, señala Carlón[46], se dio lugar a las misiones jesuitas asentadas en el sistema serrano Tandilia. 

Si bien es cierto que se aceitaron los mecanismos de control colonial, los medios económicos  asignados por la corona española fueron muy escasos y no se logró un control directo del espacio fronterizo ya que las tropas destinadas no fueron suficientes, a la vez que el sistema de encomienda y las reducciones no prosperaron ante las estrategias de supervivencia y la  resistencia ofrecida por los grupos indígenas que solían frecuentar  Buenos Aires.  Al respecto Crivelli Montero[47] sostiene que la dificultad para afianzar el dominio colonial se debió también al desconocimiento de las tierras, puesto que existió una real carencia de mapas que permitieran identificar diversas regiones y sus particularidades geográficas. Ello se debió a la falta de individuos capacitados para la ejecución cartográfica y la oposición de los indios a que se utilizasen instrumentos de topografía en sus territorios.

Por su parte Arias[48] expresa que la motivación de España de ampliar sus conocimientos de la región Patagónica y Pampeana se vio potenciada a partir del siglo XVIII, cuando otras metrópolis se mostraron capacitadas para disputar a los hispanos el control de estas tierras. De esta manera, la corona española promovió la movilización de la Compañía de Jesús a fundar misiones en el sur austral no sólo para afianzar la presencia española sino también para acrecentar el reservorio de información en materia de recursos.  Arias[49] sostiene que los aportes de distintos viajeros europeos a la llamada “Patagonia española”,  sólo se remiten a una descripción de las costas, de los puertos accesibles y a una cartografía rudimentaria carente de mediciones y análisis de corrientes marinas. Para la segunda mitad de dicho siglo, la mayor parte del territorio patagónico no había sido explorado por los europeos.  Un caso representativo es el relato de viaje de Isaac Morris:

 “Nos encontrábamos en una parte del mundo desolada y salvaje, fatigados, enfermos y desprovistos de provisiones.  (…) por encontrarnos tan miserablemente agotados por nuestro penoso pasaje a través de los estrechos de Magallanes (…) Tomamos la resolución de acampar en la playa en donde se nos dejó, hasta que estuviésemos suficientemente fuertes para soportar las fatigas de un viaje a Buenos Aires (…) Con el objeto de no desorientarnos, resolvimos mantenernos siempre cerca de la costa; hasta llegar a la desembocadura del Río de la Plata[50]”. 

Por otro lado,  las sociedades indígenas contaron con cierta “cintura política” para sortear, en la medida de lo posible, las contingencias que afrontaban en el contexto de dominio colonial. Para el siglo XVIII, se hace manifiesta la existencia de una racionalidad indígena que oscila entre la negociación, el comercio  y la hostilidad en función a los puntos que no fuesen respetados del acuerdo o parlamento y ante los abusos del poder colonial, sobre todo cuando lo que está en juego es la explotación de los recursos: el ganado y  la tierra principalmente:

“Los indios del pueblo de la Reducción suelen venir  a correr yeguas hasta inmediato a las estancias de la Magdalena y que no pone duda que a este tiempo puedan ir a comunicarse con los otros pues asimismo los dichos indios enemigos andan en el mismo paraje corriendo yeguas, y en lo demás del modo de vida y demás fundamentos que tienen dichos indios de la Reducción de los pampas (…)”[51].

Tal como sostiene Boccara,[52] resulta interesante considerar los comportamientos oscilantes y duales para llegar así a un análisis  de los procesos combinados de resistencia, adaptación y cambio, para evitar caer en la dicotomía permanencia inmemorial de las tradiciones versus disolución de la entidad india mediante mecanismos de aculturación impuestas por el blanco.  Los grupos supieron ofrecer resistencia a la dominación colonial.

 

Tehuelchización y Araucanización en las Pampas. ¿El bosque tapa al árbol o lo deja en evidencia?

Las autoridades coloniales eran conscientes de la existencia de lazos parentales que vinculaban a los tehuelches con los serranos y de la influencia que ejercían los primeros sobre el área y los caciques menores que la frecuentan. En torno a ello, Arias[53] sostiene que los Bravos se convirtieron en los garantes de las relaciones interétnicas, ya que lograron a través de las relaciones económicas, políticas y parentales con otras parcialidades construir un tipo de liderazgo que los convierte en los mejores mediadores frente a los actores coloniales, las comunidades de la Faja Norte de las Pampas y los líderes procedentes de la Araucanía chilena. Esto cobra sentido a partir de las Paces de Casuhati:

(…)” El cacique Brabo, y los demás caciques amigos pondrán sus tolderías en el Tandil y Cairú, y cuando llegare el tiempo de la feria de los ponchos, darán aviso a los padres misioneros de la reducción de los indios Pampas, para que se dé esta noticia, al Sr. Gobernador. Para evitar grandes desórdenes, y ocasiones de nuevas guerras el cacique Brabo como maestre de campo de toda la Sierra no dejará bajar a ningún indio, ni india a Buenos Aires, ni a sus estancias, sin expresa licencia de el Sr. Gobernador (…)”.[54]

La construcción de lo étnico, o mejor dicho la etnicidad, está sujeta a las relaciones interétnicas entabladas entre las parcialidades. Ello cobra sentido si se considera la asociación serranos = tehuelches.  Las parcialidades serranas que resistieron en primer lugar a la encomienda y luego a las reducciones en la región Pampa fueron construyeron un vínculo muy estrecho con los tehuelches septentrionales. Dentro de este grupo étnico se  destaca el linaje de los Bravos. Acorde con los aportes de Arias[55]  la primera información  de este linaje  se remonta a 1620, momento correspondiente a la realización de la expedición de Jerónimo Cabrera la cual tomó como sendero la  ruta inter regional el paso del río Neuquén  con el río Collon Cura la cual cuenta con dos caciques que fueron capturados y se desempeñaron como guías:  

 

“El mismo río Limay (…) De aquí se adelantó con sesenta soldados bien apercibidos y con más cuidado que hasta allí  por irse acercando a la Cordillera (…) llegamos a un arroyo que entraba en este mismo río grande, después de haber andado como cinco leguas (…) {se hizo} aquí alto {y} pusosele por nombre a este paraje Cacapuel por ser aquella tierra de un cacique de este nombre (…)”.[56]

 Cacapol cacique Bravo que habría muerto hacia 1748-1749, padre del Cacique Nicolás Cangapol, sería el nieto de aquel llamado Cacapuel que tuvo su aparición en escena hacia 1620.  Para el siglo XVIII,  se destacan como líderes étnicos  los caciques Cacapol y Cangapol cuya capacidad organizativa y guerrera los convirtió en un caso interesante y representativo de los procesos de transformación política que atravesaron los cacicazgos, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XIX.  Un claro antecedente es el desarrollo del malón organizado en 1740  en el que participaron diversas parcialidades coordinados por los Bravos, se produjeron saqueos en Luján y  fue asolado el pago de la Magdalena, al sur de Buenos Aires:

 “La matanza fue indiscriminada y alcanzó a familias enteras (…)  fueron tomados cautivos. Tiempo después los indios vendieron a la madre y a su hijito a los indios de Valdivia, en Chile y retuvieron  Bernarda, d quien nunca más se supo. Los pampas ultimaron a todos los que se les opusieron sin distinción de etnias, fuesen españoles, pardos o indos”.[57]   

A la vez que se afianzaban las relaciones entre tehuelches del norte y las parcialidadespampas serranas del área sur y suroeste bonaerense, éstas últimas venían experimentando procesos de cambio que conllevaron a un modo de vida pastoril, el cual se habría consolidado en la segunda mitad del siglo XVIII y que continúa su desarrollo en la centuria siguiente. Esta transformación se volvió complementaria al nomadismo de larga distancia propio de los gununa kena, más conocidos como tehuelches.  Retomando nuevamente los aportes de Arias[58] es a través del nomadismo que se produce la articulación de Pampa y Patagonia a través de movimientos estacionales, sujetos a un aprovechamiento inteligente del espacio y sus recursos a través de la organización de un sistema de rastrilladas. Mediante las relaciones interétnicas los procesos de cambio se condensan y derivan en un intercambio continuo entre los grupos étnicos que dan lugar a la fabricación de una nueva identidad, tal como sostiene Boccara[59]. Para Casamiquela[60],  la expansión tehuelche habría tenido lugar posiblemente dos o tres siglos previo a la conquista o se habría iniciado poco después de ella. Las parcialidades mbeguáe  y querandí se habían fusionado a lo largo de la primera mitad del siglo XVII, para ese momento, los tehuelches septentrionales controlaban la porción norte de Buenos Aires y habían impuesto su lengua. Éstos se habían emparentado con los descendientes de las comunidades recién mencionadas, a partir de la segunda mitad de aquel siglo y habían dado origen a la gestación de la identidad Pampa. Durante el siglo XVII  se habría producido la Tehuelchización de la región pampeana, a la vez que la Araucanización comenzaba a  manifestarse, pero se habría intensificado recién en el siglo XIX en Neuquén y Chubut.

Esta teoría presenta ciertas limitaciones en cuanto al grado de generalizaciones efectuadas que dejan poco margen al entendimiento de los comportamientos y estrategias particulares de los grupos étnicos que se vincularon con los tehuelches septentrionales. No  todas las parcialidades actuaron del mismo modo, ni adoptaron las mismas pautas de desarrollo, algunas se rebelaron al ser reducidas, otras se ampararon en los hispanocriollo y algunas actuaron en forma ambivalente[61]. Prueba de ello,  resultan ser aquellas parcialidades del sur y suroeste bonaerense que desarrollaron pautas de especialización económica, que permitieron la emergencia de una economía pastoril indígena, hipótesis que ha sido formulada y bien argumentada por Mandrini[62]. A su vez, esta investigación difiere con Casamiquela[63] en relación a la tendencia difusionista y unilateral que reside en los postulados del autor en relación al proceso de Araucanización.  Ya que para el autor la Araucanización consistió en la identidad étnica de los grupos receptores, dando lugar al reemplazo de una nación por la emergencia de una nueva, y una segunda fase centrada en la adopción de la nacionalidad araucana. De modo tal que a lo largo del siglo XVIII se fue afianzando la Araucanización de las Pampas y comenzó a perder fuerza la injerencia de los Tehuelches del norte.

Considerando el testimonio del padre Sánchez Labrador, Nacuzzi[64] destaca que la región pampeana ha sido concebida como una zona franca frecuentada por diversos grupos indígenas con el fin de intercambiar bienes.  Tal como sostiene Cáceres[65], a comienzos del siglo XVIII se produjo una doble expansión, indígena y criolla, la cual dio lugar a la formación de un espacio de disputa comprendido entre el Sur del Salado y las sierras de Tandilia. No obstante, los indios habían logrado el control de gran parte de los llanos pampeanos, llegando hasta el norte de Tandil. Por su parte Mazzanti[66], destaca que diversos grupos étnicos fueron identificados, desde el siglo XVII, por los españoles instalados o confluyendo en las sierras bonaerenses procedentes de Nor-Patagonia, la Pampa, los valles cordilleranos y  la Araucanía chilena. Su objetivo era principalmente la obtención del ganado y el comercio:

 (…) “quando las Campañas, y llanuras inmediatas a Buenos Aires, mantenían tanto ganado Bacuno, que las inundaban, bajaban algunas tolderías de Indios Serranos, Tehuelchus, Peguenches, y Sanquelches por el interés de su caza. Estos, que naturalmente son voraces, y hallaron alimento con abundancia, se establecieron en dichas llanuras, ó Pampas. Dieron a tales Indios el nombre de Pampas, que es el propio de las Campañas, en que fijaron establemente sus toldos, pero (…)  no son sino parcialidades de las Naciones expresadas”.[67]

Mandrini[68] sostiene que varias parcialidades del este cordillerano lograron la adopción y el manejo de la lengua araucana, ya durante la segunda mitad del siglo XVIII, pero sobre todo para la primera mitad del siglo XIX, ésta habría funcionado como lengua franca y habría facilitado las negociaciones y continuos intercambios interétnicos. Si nos remitimos a las fuentes de la época,  Zeballos  señalaba que  “la lengua de los indios de la pampa es la araucana, corrompida unas veces, aumentada las otras”[69].  

Desde una perspectiva netamente lingüística, Crivelli Montero[70] destaca el gran número de nombres que remiten a diversos lugares o ríos que evidencian un origen araucano o mapuche. Tal es el caso de el arroyo Langueyú que nace en la sierra de Tandil; el paraje Languineo, en la provincia de Chubut; Neuquén actual provincia y ciudad cabecera de la misma; Malargüe en Mendoza y Huinca Renancó en Córdoba.  Dan razones suficientes  para entender el grado de incidencia que la Araucanización ejerció sobre las sierras y valles del sur bonaerense. 

Tal como señala Cáceres[71], entre las pautas y prácticas araucanas que fueron asimiladas por los grupos del este cordillerano se destacan el uso del tejido, la platería, la lengua, modificaciones en  torno a la construcción de la autoridad  étnica, entre otras, mientras que las parcialidades araucanas debieron adaptarse al nuevo hábitat, motivo por el cual adoptaron el uso de la boleadora y la movilización programada en busca de agua, leña y caza.  La construcción de estas redes multiétnicas fueron las que dieron origen a la articulación de diversos espacios dando lugar a la consolidación de la denominada área Pan-Araucana.

Esta propuesta retoma los aportes de Bechis, Crivelli,  Mandrini,  Mazzanti y Ortelli[72] y a partir de ellos considera que la Araucanización de las Pampas jugó un rol importante en la redefinición étnica de los pampa-serranos, (habiendo comenzado en  el siglo XVII) pero en el marco de una serie de transformaciones internas que ya venían atravesando estos últimos en tiempos anteriores.  La incorporación de elementos culturales de origen araucano no implica la total extinción de las prácticas culturales propias de los pampas. Por el contrario, tal como señala Bechis, diversas prácticas perviven incluso durante el siglo XIX:

(…) “Mansilla cuando está entre los ranqueles, alude a varios elementos culturales como esto o aquello pampa, lo que indica una presencia cultural distinta a la de los araucanos y distinta a la de los tehuelches patagónicos”[73].

Se trata de la construcción de lazos multiétnicos que se alimentan de la circulación de los grupos y del intercambio, adopción y resignificación de patrones socioculturales, transformaciones políticas y cambios en la reproducción material.  Los autores recién mencionados conciben la Araucanización como el producto de un proceso sociocultural y demográfico que  comenzó a principios del siglo XVII cuyo inicio se remonta al interés que despertaron, en los mapuches de Chile, las llanuras y fauna del este cordillerano. El apogeo de este proceso tuvo lugar en la primera mitad del siglo XIX momento en el cual se produjo una ola inmigratoria de este pueblo hacia Norpatagonia y Pampa, dando lugar a transformaciones políticas que afectaron a algunas jefaturas migradas y otras nativas. Para Bechis[74] la influencia de los tehuelches sobre los araucanos cobra sentido si consideramos que estos últimos adoptaron patrones propios en torno a la gestión de los medios de producción a la vez que los grupos étnicos del este cordillerano asimilan elementos culturales y políticos procedentes del oeste. La cultura araucana se va modificando también a través de los contactos entablados con los pueblos indígenas de las tierras del este cordillerano. 

 

 

Dime con quién andas y te diré quién eres

Como se ha podido observar, la incidencia del linaje de los Bravos sumado a la Araucanización en el contexto colonial condicionó el devenir de las parcialidades pampa-serranas que aquí abordamos. Las relaciones interétnicas que confluyeron en las tierras y sierras de Tandil actuaron como un disparador de gran impacto en las mutaciones y transformaciones de la identidad étnica pampa-serrana dando lugar a la gestación de los procesos de etnogénesis. Es posible hablar de influencias mutuas y procesos de transformación de la identidad étnica de las parcialidades implicadas y el surgimiento de otras nuevas a partir de la intensidad y continuidad de las relaciones interétnicas. Respecto a las vinculaciones de las parcialidades del sur y suroeste bonaerense Campetella[75] sostiene que a finales del siglo XVII se hacen evidentes las denuncias de los hispanocriollos frente a la existencia de comunicaciones tanto de los pampas como de los serranos con los indígenas chilenos:

 “ (…) Serranos y Aucaes en esa tierra venían a coger yeguas y caballos, cada año para comer caminar; y a Buenos Aires a comprar  aguardiente para sus borracheras, y cascabeles y otros ayalorios para sus fiestas, en trueque de ponchos que son la vestidura que sirve aquí de capa a la gente labradora como ya dije y que los Serranos no hacían ponchos, se los compran a los Aucaes a trueque de caballos,  (…) los Aucaes los hacen en sus tierras donde tiene ovejas (…)[76]”.

Para aquel entonces las sierras se proyectan como espacio clave para el intercambio y encuentro.  Esta preocupación se materializa en una medida determinante, la delimitación de la frontera. Al respecto, Crivelli Montero[77] destaca el establecimiento como espacio fronterizo del río Salado hacia 1659.  Ante lo cual, el Cabildo de Buenos Aires ordena a los indios serranos retirarse a sus tierras y no pasar a la banda del río norte del Salado. Frente a esta disposición cobra sentido, la intención de crear una “tierra de nadie” o zona de amortiguación entre el río Salado y las sierras del Tandil, este mecanismo de acción fue combinado con la celebración de parlamentos, ejecución de reducciones, la construcción de alianzas con caciques comprometidos a resguardar los  límites establecidos.

Desde el registro material, es posible hallar pruebas sustanciales de las relaciones interétnicas entabladas entre los grupos étnicos de ambos lados de la cordillera.  Mazzanti[78] sostiene que la alfarería que fue hallada en la Localidad Arqueológica Amalia (porción oriental de Tandilia) formó parte de los objetos que circularon en la vasta red de intercambio e interacción que unían a la Araucanía con la región Pampeana. Según la autora, en el  Cementerio Caepe Malal I, (provincia de Neuquén) es posible hallar en los ajuares funerarios una serie de bienes que evidencian la existencia de contactos inter tribales, tal es el caso de las vasijas que poseen características decorativas similares a las jarras halladas en la Localidad Arqueológica Amalia.

Entre los problemas inherentes al proceso de Araucanización se encuentra  la asimilación  “auca = araucano”[79] . El vocablo “auca” remite a una denominación de origen quechua, que significa rebelde.   Sin embargo, es posible encontrar referencias en los relatos de viajeros o en los documentos oficiales donde se las utiliza como sinónimos. Este rótulo suele utilizarse por la sociedad hispanocriolla para referirse a aquellos indígenas que ofrecieron resistencia a los dispositivos de dominación colonial.  Con respecto al origen de estas confusiones, Crivelli Montero[80] sostiene que una vez iniciado el proceso de conquista y colonización del Río de la Plata,  las autoridades de Buenos Aires se abocaron a deportar a los indios pampas hacia la Banda Oriental, quienes finalmente se rebelaron en 1686. Mientras tanto, en la región Pampa, pehuenches o araucanos, que  solían ser llamados aucas, es decir, alzados, se afianzaban en las llanuras.  Para la segunda mitad del siglo XVIII,  la denominación auca o aucaces se había vuelto de uso generalizado para denominar a los indígenas que hablaban mapuche.

La denominación “araucano” fue impuesta por los hispanocriollos y remite a los sujetos que integran el grupo étnico indígena cuyo origen se remonta a la región de Arauco, en Chile, quienes mantenían vínculos con los grupos de Pampa y Patagonia desde tiempos pre-hispánicos y que a partir de la primera mitad del siglo XIX comenzaron a migrar hacia el actual territorio argentino, más precisamente a Nor-Patagonia y Pampa.  De manera precisa, los especialistas los llaman  mapuches (“gente de la tierra”,  en su propia lengua) acorde a la información provista por las fuentes de la época a partir del siglo XVIII.  Ya  que el origen de este grupo se remonta al siglo XVI,  para aquel entonces, sostiene Boccara[81],  ellos se autodenominaban “reches” y habitaban el reino de Chile. El paso de “reches a mapuches” se explica a partir de los procesos de etnogénesis que posibilitan la redefinición de la identidad étnica en el contexto colonial.  En diálogo con la postura del autor, Mazzanti[82] expresa que los pueblos reches se caracterizaron por ser portadores de un legado de tenaz resistencia que habría operado en la redefinición de su identidad étnica, en primer lugar, desafiando al imperio incaico y posteriormente a los conquistadores europeos. Es posible hallar referencias sobre los mapuches en cuanto a las frecuentes visitas a las Pampas y su posterior instalación en ellas, sin embargo, en las descripciones se los designa  bajo el nombre de Aucas:

 “(…) Los indios establecidos en la Pampa, son, pues, una desmembración de la belicosa familia araucana, y llevan el nombre de Puelche (…) Efectivamente, los Puelches o Pampas son los araucanos que han avanzado más al este sobre el territorio argentino”.[83]   

Respecto a estas confusiones Nacuzzi[84] destaca el rol de los informantes, es decir individuos pertenecientes a un determinado grupo étnico indígena, que actuaban de intermediarios, quienes posiblemente proporcionaron su nombre étnico pero a la vez recurrían a los rótulos que los propios  hispanocriollos les adjudicaban para identificarlos.  Un caso representativo es el de los pehuenches. Éstos se situaban de ambos lados de la cordillera a la altura de la provincia de Neuquén, con un estilo de vida sujeto a la movilidad programada en función de la caza de animales, la recolección y una baja tendencia a la práctica agrícola.  Según Crivelli Montero y Ortelli[85], los pehuenches solían recolectar araucarias, también conocidas como pehuén por lo cual eran identificados por los araucanos como pehuenches, gente de la araucaria. La colaboración que habían brindado a los araucanos en las Guerras de Arauco, los convirtió en óptimos mediadores entre las parcialidades indígenas de la región Nor-Patagónica y Pampa  y los mapuches a la hora de tejer alianzas y establecer intercambios comerciales:

 “Al amanecer llegaron a bordo siete indios Peguenches, uno de ellos hablaba regularmente (…) Los agasajé todo lo posible, y diciéndole que si me conducía una carta Valdivia lo pagaría bien la diligencia, dijo que la llevaría con mucho gusto, si no fuera porque le parecía que los cristianos estaban mal con los indios: pues hacía poco tiempo que habían hecho una salida, en la cual habían apresado un toldo, y que por esto no se determinaba. Me dijo que tenía vacas, y que entre los indios había bastante de este ganado, caballar y lanar: que en llegando cerca de sus toldos haríamos con algunas vacas”.[86]

Es posible sostener que los pehuenches fueron el primer grupo étnico del este cordillerano en “araucanizarse”. Estos procesos de cambio se condensan en la articulación de diversos sistemas ecológicos llevando a la conformación de una macro área, en esta ocasión del área Pan Araucana. Así, cobra sentido los argumentos de Boccara,[87] para quien algunas étnicas amerindias son producciones coloniales que emergieron a través de un doble proceso de etnificación y etnogénesis. Los tratados, los parlamentos, entre otras prácticas, habrían contribuido en la etnificación de los grupos. Las adaptaciones y resistencias que potenciaron nuevas transformaciones  en torno a los grupos étnicos son las que merecen ser denominadas como casos de etnogénesis. De esta manera existe una relación de retroalimentación entre la definición interna de un grupo y la categorización externa. Ratto[88] expresa que las nuevas configuraciones sociales no sólo pueden ser contempladas a través de la fisión y fusión  de los grupos étnicos sino también a través de la incorporación de elementos alógenos. Pruebas suficientes de la existencia de vínculos multiétnicos es posible hallarlas en los elementos procedentes del mundo hispanocriollo asimilados por las parcialidades indígenas, tales como armas, vestimentas, víveres, prácticas, etc.: 

 “(…)  ha venido al pueblo y comprado yerba {refiere a un indio de la Reducción  de las Pampas} y aguardiente  (…) cualquiera que lo vea y hable,(…) no diga que es indio pampa, sino otro cualquiera de los amigos, pues el traje es como de cristianos (…) y contaba que cuando lo llevaron cautivo los alcanzó un indio ladino  llamado Lorenzo, por allá en frente del Volcán, el cual no sabe de dónde salió (…)y que habían venido a la ciudad el cual iba vestidos de calzones y chiripá y lo demás, y siempre anda vestido en la misma forma aún allá tierra adentro”[89].   

(…) “los nuevos colonos podrían proveerse de ganado, como vacas, caballos, etc. En el mismo paraje, y a poca costa podríase establecer  asimismo un comercio con los indios, quienes por los vidrios azules, cuentas de rosario, cascabeles de latón, sables, puntas de lanzas y hachas, cambiarían su ganado para el uso de la colonia, y aun pellizas finas para enviar a Europa (…)[90]

 

 

Conclusión

La definición de la identidad pampa- serrana merece ser analizada considerando aspectos como su estilo de vida cazador-recolector articulado a una lógica de desplazamiento planificados, la adopción del toldo como vivienda y el desarrollo de un vasto conocimiento del espacio valliserrano. Estos factores derivaron en la emergencia de procesos de especialización económica que condicionaron el desarrollo de la etnicidad y territorialidad pampa-serrana, considerando aquellas parcialidades que confluyeron en la porción central de Tandilia.

Estos cambios merecen ser interpretados también a la luz de dos variables que confluyen en un mismo objetivo: la construcción de las relaciones interétnicas. Por un lado, aquellas entabladas con el mundo hispanocriollo y por otro, las que surgieron a partir de la interacción inter tribal de diversas parcialidades: pampas, serranos, tehuelches, pehuenches y mapuches.

La convivencia con los actores coloniales, tanto civiles como eclesiásticos, implicó un proceso de disociación de la identidad étnica. La imposición de rótulos y denominaciones con fines político-militares por parte de los hispanocriollos buscaba identificar a las parcialidades e intentar dominarlas. Algunos rótulos provenían del reservorio lingüístico precolombino, es decir, se produjo una resignificación del léxico indígena en función de los propósitos coloniales. Así, cobra sentido la noción de identidad impuesta elaborada por Nacuzzi[91].

La convivencia con los blancos, conllevó a la incorporación de nombres impuestos y difundidos a  través de lenguaraces y caciques principales. El manejo de estas denominaciones  debe ser interpretado como parte de las estrategias desarrolladas por las parcialidades para encontrar aquellos intersticios o márgenes de acción dentro del mundo colonial. A partir del siglo XVIII, la racionalidad indígena adquirió nuevos matices ya que la belicosidad se complementó con la capacidad de oratoria y negociación por parte de los líderes étnicos o aspirantes al cargo, en un contexto donde la hostilidad convivía con la ejecución de parlamentos y la evangelización.

Por otra parte,  la incidencia ejercida por los tehuelches del norte se vislumbra a partir de la consolidación del poder del linaje de los Bravos sobre los caciques menores del suroeste bonaerense. En ello jugó un rol indispensable  la realización de desplazamientos programados, mediante la instalación de campamientos bases. El reconocimiento de los Bravos como maestres de campo de las sierras del Tandil da razones suficientes para  entender la importancia que tuvo la construcción de alianzas políticas y matrimoniales con los pampas-serranos que frecuentan la zona central de Tandilia.  A la vez la presencia de las parcialidades araucanas comenzó a acentuarse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, sobre todo motivados por formar parte del control de los circuitos ganaderos, ante lo cual, participaron en forma mancomunada con pampas, serranos y tehuelches de varios malones e incursiones.

La interacción continua entre los grupos de un lado y otro de la cordillera facilitó la incorporación de elementos culturales araucanos por parte de las parcialidades de Nor Patagonia y Pampa tales como textiles, armas y el uso de la platería, mientras que las parcialidades chilenas que realizaban incursiones a las Pampas en busca de ganado, fueron gradualmente abandonando la agricultura, adoptando un modo de vida sujeto a la explotación y aprovechamiento del ganado vacuno y caballar principalmente, recurriendo a los desplazamientos programados. La existencia de una comunicación continua entre las parcialidades dio lugar a la formación de un circuito comercial de suma importancia que  involucraba a los grupos indígenas y que también facilitaba los intercambios comerciales con Buenos Aires y los hispanocriollos que controlaban diversos espacios del suelo chileno. A partir de este circuito se teledigitó un sistema de rastrilladas, que articulaba las llanuras orientales y las sierras de Tandilia y Ventania con Nor-Patagonia y el sur chileno. Esto facilitó la conformación del área Pan-Araucana y la adopción del mapuche como lengua franca.

 A modo de cierre, se sostiene que la identidad pampa - serrana puede ser concebida como un caso representativo del desarrollo de los procesos de etnogénesis que operaron en el espacio valliserrano. Se ha logrado comprobar la aplicabilidad de la propuesta de Boccara y corroborar que el espacio valliserrano comprendido en la zona central de Tandilia fue un escenario clave en el cual las relaciones interétnicas emergentes entre el linaje de los Bravos y las parcialidades pampa-serranas dieron lugar a procesos de etnogénesis, que en el marco de la dominación colonial y la influencia ejercida por la Araucanización, permitieron la reconfiguración de la identidad étnica indígena durante la segunda mitad del siglo XVIII. Es notoria  la importancia que tuvo este escenario en razón de los ecosistemas habitados por diversas parcialidades que conformaron el área Pan-Araucana.

La etnicidad y territorialidad de estas parcialidades del sur bonaerense está atravesada no sólo por cambios internos que se remontan a tiempos precedentes que permitieron a posteriori al desarrollo de un estilo de vida pastoril. Sino también por los mecanismos de dominación colonial y la influencia ejercida por los tehuelches del norte, que luego perdió madurez con la crisis de sucesión atravesada por el linaje de los Bravos una vez producida la muerte de Cangapol.  Simultáneamente comenzó a operar sobre la etnicidad de las parcialidades de las  llanuras orientales un nuevo proceso, que cobró vigor a mediados del siglo XVIII a partir de la asimilación de pautas culturales que luego se complementarían en la centuria siguiente con un ciclo de migraciones: la denominada Araucanización de las Pampas.

Aun son múltiples los interrogantes que requieren respuesta en torno a la configuración de la identidad indígena, sobre todo cuando se trata de las parcialidades indígenas de la región Pampa del siglo XVIII. Como se ha podido demostrar la identidad pampa-serrana requiere del análisis minucioso de múltiples variables y condicionantes. Si bien existe un sincretismo identitario, el “ser pampa” y el “ser serrano” son “piezas” únicas y autónomas que en forma interdependiente se retroalimentan y se complementan y que  constituyen este complejo “rompecabezas étnico”.

 

 



[1]Irianni, Marcelino (2012) “La Pampa, Flora, Fauna y Gente, Siglos XVIII y XIX” en Anuario IEHS, Nº 27, pp. 205-207. 

[2]Con respecto a la noción de relaciones interétnicas, esta investigación entiende por ella al desarrollo de interacciones de índole sociocultural, económica y política entre diversos grupos étnicos ya sea entre hispanocriollos y nativos o para el caso de los vínculos establecidos por las parcialidades indígenas entre sí. 

[3]Boccara, Gillaume (1996) “Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial-fronteriza, la  resistencia y la transculturación de los reche-mapuche del centro-sur de Chile (XVI-XVIII)” en Revista de Indias, vol. LVI, Nº 208, pp. 659-695; (1999) “Etnogénesis mapuche: resistencia y reestructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (siglos XVI-XVIII) en The Hispanic American Historical Review, vol. 79, Nº 3, pp. 425-461; (2002) “Fronteras, mestizaje y etnogénesis en las Américas” en Mandrini, Raúl, Paz, Carlos.  Las fronteras hispanocriollas del mundo indígena latinoamericano en los siglos XVIII – XIX. Un estudio comparativo, Instituto de Estudios Históricos y Sociales (IEHS), Centro de Estudios de Historia Regional (CEHIR), Fac. de Humanidades, U.N. Comahue; y Universidad Nacional del Sur (UNSur), Tandil, Neuquén, Bahía Blanca; (2005) “Génesis y estructura de los complejos fronterizos euro-indígenas. Repensando los márgenes americanos a partir (y más allá) de la obra de Nathan Watchel” en Memoria Americana, nº 13, pp. 21-52.

[4]Mazzanti, Diana, L. (2007) Tesis doctoral, Arqueología de las relaciones interétnicas posconquista en las sierras de Tandilia, Directora Myriam Tarragó, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

[5]Palermo, Miguel, A. (1988)”La innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano-patagónicos. Génesis y procesos” en Anuario IEHS, Nº 3, Tandil, pp. 43-90.

[6]Mandrini, Raúl (1991) “Procesos de especialización regional en la economía indígena pampeana (s. XVIII-XIX): el caso del suroeste bonaerense” en  Boletín Americanista, año XXXII, nº 41, Barcelona, pp. 113-136.

[7]Mazzanti, Diana, L. (2006) “Los pueblos originarios de las sierras y llanuras orientales “en  Zubiaurre, Pablo, (coordinación), Historia de Balcarce. Los Orígenes. Municipalidad de Balcarce, pp. 73-93.

[8]Ortelli, Sara (1994) Tesis de Licenciatura.  El proceso de “Araucanización” de las Pampas. Balances y perspectivas, UNCPBA, Facultad de Ciencias Humanas.

[9]Campetella, Andrea (2006/7) “Asegurar la “defensa y custodia” de las campañas: Vaquerías y diplomacia interétnica en las sierras pampeanas durante la primera mitad del siglo XVIII”, Trabajos y Comunicaciones, (2da Época), Nº 32/33, pp. 83-109.   

[10]Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Serie 1, vol. 13, sesión  del 10 de mayo de 1672, citado por Campetella (2006/7) op. cit.

[11]Pedrotta, Victoria, Ferrer, Eduardo (2006) Los corrales de piedra. Comercio y asentamientos aborígenes en las sierras de Tandil, Azul y Olavarría, Crecer ediciones, Tandil.

[12]Martínez de Salazar, José {23-6-1664} Carta de… al Rey de España. Copias del Archivo General de Indias (Audiencia de Charcas, legajo 22) en Museo Etnográfico. Citado por  Nacuzzi, Lidia (1991) La cuestión del nomadismo entre los tehuelches. Memoria Americana,  1, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires,  pp.103-134. 

[13]Esta noción propuesta por Bechis,  constituyó un espacio de interacción multi regional,  que se extendía desde el Pacífico hasta el Atlántico. Se trata de una unidad cultural constituida por diversas zonas ecológicas, que había estado habitada desde mediados del siglo XVIII por indígenas araucanos locales y otros que habían emigrado a Norpatagonia y a las Pampas, en palabras de  la autora se trató de Huilliches locales y emigrados; cordilleranos mapuchizados tempranamente y que habían adoptado y resignificado elementos del este y oeste y de diferentes grupo étnicos de la Pampa y Norpatagonia con diverso grado de Mapuchización.  Esta unidad cultural estuvo atravesada por el proceso de Araucanización de las Pampas. Se recomienda  ver Bechis, Martha (1989) “Los lideratos políticos en el área araucano-pampeana en el siglo XIX: ¿autoridad o poder?”, Ponencia en 1º Congreso Internacional de Etnohistoria, Buenos Aires, 17 al 21 de octubre; (2010) Piezas de Etnohistoria y de Antropología Histórica,  Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires.

[14]Roxas, Antonio (1836 {1707}) “Derroteros y viajes a la Ciudad encantada, o de los Césares, que se creía existiese en la Cordillera al sur de la  ciudad de Valdivia”, en colección De Ángelis, P.  Imprenta del Estado,Buenos Aires, Tomo II.

[15]Nacuzzi (1991) op. cit.

[16]Carta de Francisco de Viedma al Virrey Vertiz, Archivo General de la Nación, Sala IX, 16-3-5. Fuente citada por Nacuzzi (1991) op. cit.

[17]Millau, Francisco, (1947 {1772}) Descripción de la Provincia del Río de la Plata 1772, Colección Austral, Espasa-Calpe, Buenos Aires-México.

[18]La construcción de la visión del mundo indígena por parte de los eurocriollos ha sido analizada por Mazzanti y Nacuzzi. Se recomienda ver: Mazzanti, Diana (1991) “El poblamiento inicial de la región” en Mar del Plata. Una historia urbana. Fundación Banco de Boston, Buenos Aires; Nacuzzi (1991) op. cit.  

[19]Museo Etnográfico, Archivo General de Indias, Carpeta E., “El gobernador Alonso de Mercado y Villacorta al Rey. Buenos Aires, 21 de junio de 1663” citado por Campetella (2006/7) op. cit. 

20Bonnat, Gustavo, F. Puente, Verónica (2014) “Introduciéndonos en la arqueología de Tandilia Oriental” en Mazzanti, D. Quintana, C. Historias Milenarias Pampeanas. Arqueología de las Sierras de Tandilia, Mar del Plata, p. 8.  

[21]Sánchez, Labrador, Joseph, SJ, (1936 {1772}) El Paraguay Catholico. Los indios Pampas-Puelches-Patagones, comentado por Guillermo Furlong, Viau y Zona, Buenos Aires.

[22] Nacuzzi (1991) op. cit.

[23]Irianni, Marcelino (2009) “Pensando a los indígenas pampeanos decimonónicos. Algunas reflexiones” en Revista Illapa¸ Nº 6, noviembre,  pp. 75-98; (2012) “Una visión borrosa de los vencidos, indígenas pampeanos y medio ambiente” en Anuario IEHS, Nº 27, Tandil, pp. 239-23.

[24]Acuerdo del Cabildo del 25 de septiembre de 1734 en Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Tomo VII, Libro XXIII y XXIV, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, 1929,  p. 127.  

[25]Aranguren, Cecilia (2003) “Araucanización de las pampas. Historia de uno de dos protagonistas: Venancio Coñoepan”. V Jornadas de Sociedades Indígenas Pampeanas, 6 de junio, Mar del Plata.

[26]Con respecto al desarrollo de este linaje y su habilidad para negociar y construir su autoridad en relación a diversas parcialidades y ganarse el reconocimiento de los funcionarios coloniales se recomienda ver el trabajo de Arias, Fabián (2011-2012) “Fronteras interétnicas en el espacio de las Pampas durante la primera mitad del siglo XVIII. El caso del linaje de los caciques Bravos y sus relaciones interregionales”, en Anuario Escuela de Historia Nº24, Revista Digital Nº3,  Facultad de Humanidades y Artes, UNR, pp. 121-146; Carlón, Florencia (2010) “Liderazgos y organizaciones sociopolíticas indígenas en Pampa y Patagonia Norte durante el siglo XVIII” en  Revista Colombiana de Antropología, Vol. 46, nº 2, pp. 435-464.

[27]Millau (1947 {1772}) op. cit.

[28]Nacuzzi, Lidia, R. (2002) “Los grupos, los nombres, los territorios y los blancos: Historia de algunos nombres étnicos”  en  Boccara, G., (editor) Colonización, Resistencia y Mestizaje en las Américas. Siglos XVI-XX, Abya-Yala, pp.259-288.

[29]Campetella (2006/7) op. cit.

[30]Museo Etnográfico, Archivo General de Indias, Carpeta E., “El gobernador Alonso de Mercado y Villacorta al Rey. Buenos Aires, 21 de junio de 1663” citado por Campetella (2006/7) op. cit. 

[31]Bechis (2010) op. cit.

[32]Carta del Padre Matías Strobel,  Pilar, 14 de enero de 1748, al Padre Jerónimo Rejón, su sucesor en la reducción de las Pampas. Fuente provista  por la Doctora Mazzanti. 

[33]En las siguientes líneas se analizará la aplicabilidad de esta noción propuesta por Nacuzzi a la hora de considerar la injerencia hispanocriolla sobre la definición de la identidad indígena. Para un acercamiento de lleno a la propuesta de la autora véase Nacuzzi, Lidia (2005) Identidades Impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia, Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires. 

[34]Sánchez, Labrador (1936 {1772}) op. cit.

[35]Irianni (2012) op. cit.

[36]Nacuzzi (2002) op. cit.

[37]Lanteri, Sol, de Jong, Ingrid, Pedrotta, Victoria, Ratto, Silvia (2011) “Territorialidad indígena y políticas oficiales de colonización: los casos de Azul y Tapalqué en la frontera sur bonaerense (siglo XIX)” en Antíteses, v. 4, n. 8, jul-dic, 2011, pp. 729-752. 

[38]Sánchez, Labrador (1936 {1772}) op. cit.

[39]Crivelli, Montero, Eduardo (2000) “La sociedad indígena” en Nueva Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Planeta, Buenos Aires, tomo IV.

[40]Ferrer y Pedrotta (2006) op. cit.

[41]Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752, fuente extraída de Mayo, Carlos (2002) Fuentes para el estudio de la frontera. Voces y testimonios de cautivos, fugitivos y renegados (1752-1790), Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Ciencias Humanas, Área Editorial, Depto. De Historia.

[42]Falkner, Tomás, SJ (2004{1774}) Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur, con estudio preliminar de Raúl J. Mandrini, Taurus, Buenos Aires.

[43]Cardiel, José (1930{1748}) Diario del viaje y Misión al Río Sauce, realizado en 1748, Coni, Buenos Aires; “Carta inédita de la extremidad austral de América construida por el padre en 1747”, en Publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, serie B, Nº1, Buenos Aires.

[44]Sánchez Labrador (1936 {1772}) op. cit.

[45]Jiménez, Juan, F., Villar, Daniel (2003). “La tempestad de la guerra: conflictos indígenas y circuitos de intercambio. Elementos para una periodización (Araucanía y las Pampas, (1780-1840)” en Raúl J. Mandrini & Carlos D. Paz, (editores).Lasfronterashispanocriollasdelmundoindígenalatinoamericano en los siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo, Tandil, CEHIR\IEHS\UNS, pp. 123-171. 

[46]Carlón (2010) op. cit.

[47]Crivelli Montero, Eduardo (2013) “Pactando con el enemigo: la doble frontera de Buenos Aires con las tribus hostiles en el período colonial”, CONICET, Departamento de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp. 1-58. 

[48]Arias, Fabián (2014) “El Mapa de Tomás Falkner, SJ y su representación de la red de rastrilladas indígenas de la región de las Pampas y Patagonia (mediados del Siglo XVIII) en  Coordenadas. Revista de Historia local y regional, Nº 1, Año 1, enero-julio pp. 1-26.

[49]Ibídem op. cit. p. 11.

[50]Morris, Isaac, (1956 {1742}) “Una narración fiel de los peligro y desventuras que sobrellevó Isaac Morris”, en Vignati, Milciades, Viajeros, obras y documentos para el estudio del hombre americano; Coni, Buenos Aires, pp. 43-47.

[51]Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752, fuente extraída de Mayo (2002) op. cit.

[52]Boccara (2002) op. cit.

[53]Arias (2011/12) op. cit.

[54]Copia del Tratado de Casuhati citado en Levaggi, Abelardo (2000) Paz en la frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina (Siglos XVI-XIX), Universidad del Museo Nacional, Argentina.

[55]Arias, Fabián (2006) “La Región de la “Tierra de las Manzanas” y la Familia de los Caciques Bravos durante los siglos XVII y XVIII. Posibles definiciones a partir del análisis de las rastrilladas y del uso del espacio” en Bandieri, S., Varela, G. y Blanco, G. (compiladores); Hecho en Patagonia. La Historia en Perspectiva Regional, imprenta Universitaria, Neuquén, pp. 85-107.

[56]Cita referente a los relatos de Jerónimo de Cabrera extraída de Arias (2006) op. cit.   

[57]García Belsunce, Carlos (2003) El pago de la Magdalena. Su población (1600-1765), Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia,  citado por: De Marco, Miguel, A (2013)  La guerra de la frontera. Luchas entre indios y blancos 1536-1917, Emecé, Buenos Aires.

[58]Arias (2006) op. cit.

[59]Boccara (2002) op. cit.

[60]Casamiquela, Rodolfo (1965) Rectificaciones y ratificaciones hacia una interpretación definitiva del panorama etnológico de la Patagonia y área septentrional adyacente, Instituto de Humanidades, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca.

[61]Para una revisión crítica de la teoría de la Tehuelchización se recomienda ver: Campetella (2006/7) op. cit.

[62]Entre los trabajos elaborados por el autor se recomienda ver Mandrini, Raúl (1985) “La sociedad indígenas de las pampas en el siglo XIX”, en Antropología, (Lischetti M. comp.) Eudeba, Buenos Aires, pp. 205-229; (1994) “Pedir con vuelta. ¿Reciprocidad Diferida o Mecanismo de Poder?” en Antropológicas,  Nueva  Época, México, pp. 59-69; (2006) Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XIX, Taurus, Buenos Aires. 

[63]Casamiquela (1965) op. cit.

[64]Lucaioli, Carina, Nacuzzi, Lidia, Nesis, Florencia (2008) Pueblos nómades en un estado colonial. Chaco-Pampa-Patagonia, siglo XVIII, Antropofagia, Buenos Aires.

[65]Cáceres Laura (s/d) Ayacucho una Historia, Municipalidad de Ayacucho.  

[66]Mazzanti (2007) op. cit.

[67]Sánchez  Labrador (1936 {1772}) op. cit.

[68]Mandrini (1994) op. cit.

[69]Zeballos  ({1878} (1986))  op. cit. citado por Ortelli (1994) op. cit.

[70]Crivelli Montero, Eduardo (1994) “Araucanos en las Pampas” en Todo es Historia, Nº 323, Buenos Aires.

[71] Cáceres s/n op. cit.

[72] Bechis (2010) op. cit.; Crivelli  Montero (1994) op. cit.; Mazzanti (2007) op. cit.; Ortelli (1994) op. cit.

[73] Bechis (2010) op. cit.

[74]Ibídem op. cit.

[75]Campetella (2006/7) op. cit.

[76]Cardiel (1930{1748}) op. cit.

[77]Crivelli Montero (2013) op. cit.

[78]Mazzanti (2007) op. cit.

[79]Respecto a esta problemática se recomienda véase Nacuzzi (2005) op. cit.   

[80]Crivelli Montero (1994/2013) op. cit.

[81] Boccara (2005) op.cit.

[82] Mazzanti (2007) op. cit.

[83]Zeballos ({1878} (1986))  op. cit. citado por Ortelli (1994) op. cit.

[84]Nacuzzi (2008) op. cit.

[85]Crivelli Montero (1994) op. cit.; Ortelli (1994) op. cit.

[86]Villarino, Basilio (2003 {1782}) Diario del piloto de la Real Armada, don Basilio Villarino. Del reconocimiento que hizo del Río Negro, en la costa oriental de Patagonia, el año de 1782, Biblioteca Virtual Universal, disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/92622.pdf.  

[87]Boccara (2002) op. cit. 

[88]Ratto, Silvia (2007) “Resistencia y Adaptación entre los grupos indígenas de Pampa y Patagonia (Siglos XVII y XVIII)” en Mundo Agrario, Nº 015, vol. 8, segundo semestre, Universidad Nacional de la Plata, La Plata.

[89]Declaración de Rafael de Soto, junio de 1752, fuente extraída de Mayo (2002) op. cit.

[90]Falkner (2004{1774}) op. cit.

[91]Nacuzzi (2005) op. cit.

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